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sobrinas o cuñadas que les ayuden; y se ven obligadas a recurrir a servicios caros de cuidadores y cuidadoras de niños, a extraños, a gente apresurada y tránsfuga, como estudiantes e incluso ancianos. Desde luego, no hay suegra y se la echa muy de menos, aunque en las deliberaciones de los movimientos familiares se la sigue considerando -a la madre política- como ocasión fácil perturbadora del matrimonio. Una de esta damas se refería a mayores intimidades: -Se nos acusa de estar descontentas en nuestro ajustamiento matrimonial, cuando a la vez nos halagan divulgando que todo está permitido. Hasta se nos echa en cara que hemos gastado nuestros años de formación en rehusar noblemente; y que, al ceder ahora, nos hemos convertido en una nación de mujeres frias. El victorianismo y el «chaperoneo» -«carabineo»- de nuestras abuelas y madres produjeron el feroz sufrimiento de la inhibición y frustración, de las que las nietas no estamos todavía curadas. Estamos atrapadas en el conflicto entre el hogar y la profesión y el desviacionismo de una vida doble: por un lado, lanzadas a todas las escalas sociales; y, por otro lado, se nos recuerda lo bien que nos sentaría volver a la iglesia, a la escuela y a la cocina. Madres imperfectas y ciudadanas mediocres. Esto dicen los expertos, y especialmente «nuestras expertas». El conflicto principal consiste en el mantener «la clase», el «status» o «standing», o sea el rango, la posición y sobre todo la actitud que conviene adoptar para estar al día. Tal ama de casa nos va a informar de sus menudos problemas: 404 -Esa clase se cotizaba antes con bastante claridad; quiénes y qué eran nuestros padres; la conducta y honorabilidad de una; la amable sonrisa, aunque nos la aconsejaran con cartulinas sobre la mesa; la fidelidad en el matrimonio; la muestra continua de esa fidelidad y el uso de guantes blancos y sombrero. De hecho nunca me preocupé demasiado por mi «clase», pues creía que dominaba el asunto -excepto quizá lo de los guantes. Esa era mi sincera apreciación hasta el reciente furor socio-psiquiátrico. Leyendo uno de los libros sobre la materia, descubrí que estaba del todo fuera de mi «clase» y del «status», particularmente en cuanto a ir en automóvil mi marido y yo en compañía de otro matrimonio. Es absolutamente muy fuera de «clase» el conducir con tu marido al lado, mientras el otro matrimonio va detrás. Para tener verdadera clase tú debes ponerte atrás con el marido de tu amiga, mientras ésta, si es que sigue siendo tu amiga, va delante junto a tu marido.

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