BCCCAP00000000000000000000550

elusiva de las puritanas, sino que pertenece también a aquellas otras que no es fácil llamar así. Estas practican con el hombre unas ordenanzas más o menos éticas y vueltas a la amoralidad, pero del todo inflexibles y dominantes. De un ejemplar de este tipo decía una española, en Nueva York: «Esta nos venga a las latinas)). Pero es en el concepto, de doble vertiente, de solidez y consecuencia moral y religiosa, donde las madres, hijas, esposas, compañeras decididas de las empresas varoniles, encuentran su más ambicionado y placentero campo de participación, emulación y valía. Esta mujer yanqui parece haber preferido ejercer sus poderes personales femeninos y su intuición inmediata sobre los hombres, con quien alterna en todo, a dominar masas, en los sec– tores sociales, empresariales, y subalternos administrativos, y militares en todos sus armas. Sus tantas veces aludido matriarcado, verdadero en muchos buenos aspectos, es sencillamente su presencia. Y raíz y fruto de esta presencia es el puritanismo femenino, ético y religioso, que forma parte de la «herencia americana», cristiana, de suerte que su femineidad tiene bastante de na– cional y patriótica, y casi constitucional. Todas ellas son un poco la estatua viva de la Libertad, y sus almas retiñen con ecos de la campana de Filadelfia y las máximas de Lincoln y Luter King. Al tratar de captar su espiritualidad, como siempre que alguien se encara con el ser norteamericano, sobreviene la perplejidad de que su naturaleza no sea otra cosa que democracia a lo yanqui. BRIOS Y ESPERANZAS Los seres humanos son personas, y ocurre que casi mitad por mitad unos son hombres y otras mujeres. Quizá lo más sencillo sería considerar a unas y otros como personas, en vez de como sujetos y objetos. Este desenfo– que origina sombras en muchas perspectivas gloriosas humanas. Una de las más afectadas es la liberación femenina, también en Estados Unidos. Ahora resulta que se les reprocha a las amas de casa en el hecho de que en el hogar son cada vez menos significativas, puesto que «las máquinas lo hacen todo», y que por otro lado, la industria, los empleos, las oficinas y la vida exterior las despersonaliza y las hace desorientadas y confusas. Los apremios de los quehaceres de dentro y de fuera y el esfuerzo consiguiente por ahorrar tiempo y trabajo les perturba en ambos ambientes y les priva de la satisfacción y del sentido de las labores bien hechas. No es extraño que así resulten «neuróticas», simplemente porque exponen algunas quejas. Para colmo, estas amas de casa viven en «familias nucleares», la cual jerga quiere decir que viven sin parientes en segundo grado: primas, tías, 403

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz