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religiosos. Los reparos a ellos suelen ser más breves e incisivos. Anquilosa– miento corporal y síquico, rutina, comodidad y confortabilidad en las posi– ciones tomadas, autoridad ejercida inhumanamente con motivos aducidos sobrenaturales, poco respeto a la dignidad humana y a su pluralismo, caren– cia de lealtad y veracidad y, desde luego, de cordialidad y amistad, es decir, de fraterniddad; y el supuesto de que, en su misma perseverancia y confor– mismo inmóvil, se puede identificar frecuentemente el «es-ya-demasiado– tarde», el «¿qué-remedio-queda?» y el sempiterno «antes-todo-era mejor». Desde el ángulo correlativo de la tradición y de la prudencia moderna, los maxi-sacerdotes y los maxi-religiosos son la normalidad instituida y gradualmente progresiva y eficiente; los que predican el Evangelio, dan los sacramentos y cuidan las almas, sin tiempo para encabezar manifestaciones y desafiar a las autoridades. Forman la «mayoría silenciosa». Abundan en– tre ellos los que admiran y comprenden, y desde luego, «disculpan» a los jóvenes», y entre su madurez y sus debilidades, parte integrante de su en– trega a Dios, siguen soñando casi con remordimiento e ilusión en lo que ellos habrían podido hacer si sus circunstancias hubieran sido las de los jóvenes de ahora. SACERDOTE AMERICANO ELEMENTAL Cosa muy americana es acumular los más dispares puntos de vista y los razonamientos más complejos e ilógicos, y luego terminar con afirmaciones y conductas simples, pragmáticas y vitales. Tal pudiera ser el caso del sacer– dote, difícil de encasillar, y por esto lo mencionaremos como sacerdote elemental, quien en las Bodas de Oro de su sacerdocio imprimió el recor– datorio siguiente: Estoy contento de haber nacido. Estoy contento de haber sido bautizado. Estoy contento por ir a confesarme. Estoy contento porque me han confirmado. Estoy contento de haber sido ordenado. Estoy contento por recibir la Eucaristía y por celebrar Misa. Estoy contento porque puedo predicar el Evangelio, acerca de la Misa, del Sagrado Corazón, de la Eucaristía y de María. Rezad por las vocaciones. ¡Dios y María os bendigan! 399
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