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tiones importantes, hay que airearlas al sol, confrontarlas y dejarlas lucir y reposar para que rindan consecuencias valedras. Se llega, pues, en los medios religiosos, rectorías, monasterios, conven– tos y oficinas de las cancillerías, y por supuesto en prensa y libros, a expre– siones superficiales y sumarias como éstas: minisacerdotes y maxisacer– dotes, minireligiosos y maxireligiosos, y, por supuesto, maxi y miniteólogos, los cuales se encuentran tanto entre obispos y sacerdotes como entre laicos y religiosos. Las banderías y las recriminaciones son tan extremistas y razonables poco más o menos como en cualquier parte. Una revista católica -The Wanderer- publica un grabado que representa la cabeza de Cristo. Lágrimas en los ojos, y coronado de espinas. Cinco de esas espinas tienen los siguientes rótulos: El Clero Rebelde. El Catecismo Falso. La Parroquia Experimental. Las Novedades Litúrgicas. Los Teólogos Nuevos. Así se ha querido retratar la obra de los mini– sacerdotes y de los mini-religiosos, quienes «con sus falsas doctrinas, ataques al Papa y a la Jerarquía están crucificando de nuevo al Cuerpo Místico de Cristo en la tierra». A los mini-religiosos se les atribuyen en particular la crisis de sus in– stitutos. Cada vez menos candidatos, y menos calificada vocación de los mismos que perseveran. Pues la crisis no es solo por la disminución de los que aspiran a la vida religiosa, sino especialmente por la situación de los que, aún continuando, «en su intimidad prácticamente han abandonado su vocación». Las causas de esta crisis exterior e interior son las consabidas: la actitud mental y espiritual ante el celibato y las propias promesas y compromisos; el no matizar la vida religiosa con sus votos significativos, con respecto a la vida sacerdotal en general, la lentitud e inercia de prelados y superiores en la adaptación y el mejoramiento de nuevas maneras e incluso nuevas finalidades; la carencia de sacrificio ascético en las juventudes actuales; y el derrumbe de la piedad y de la mística sobrenaturales, tanto dentro como fuera del seminario y del claustro. A más de esto, los mini-sacerdotees y mini-religiosos son caracterizados por manifestarse infantilmente llenos de proyectos, de ideales recusatorios, y de amor propio en vez de amor, falta de entusiasmo y entrega laboriosa al trabajo, a la oración en cualquiera de sus formas y a la vida comunitaria, de suerte que su mentalidad y labores resultan contradic– torios y perturbadores, para ellos los primeros. Un viejo sacerdote seglar, ante estas observaciones, concluye: 398 Son los mismos religiosos los que se están suicidando con el espíritu de la falsa renovación que los destruye. También tienen que oir lo suyo los maxi-sacerdotes y los maxi-

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