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Cuando en tales reuniones se discutan materias doctrinales, ha de hacerse con el consentimiento del Obispo. 4. Los católicos debemos constatar que hay un orden o jerarquía en las verdades de la Fe, y que no todas ellas tienen la misma relación con los fundamentos de la Fe. La esfera en la que nuestra colaboración puede tener lugar con menos peligro es el campo social. Hemos de esforzarnos en acrecentar la amistad y la cooperación sin espíritu polémico, y darnos cuenta de que las vidas de muchos de nuestros hermanos ponen de manifiesto, con gran evidencia, el fruto admirable de su fe y amor en Cristo. Se sobreentiende que la aplicación de estas orientaciones será más o menos valedera según las latitudes. El mismo Papa Pablo VI señalaba las dificultades ecumenistas: Nuestra Iglesia Católica Romana, a pesar de ciertos errores de sus hombres y de la historia, humildemente considera que tiene la prerrogativa y el deber de personificar esta unidad original y de constituir todavía el centro y medida de la plena comunión cristiana. Las divisiones entre cristianos no son puramente for– males, étnicas, rituales o locales. Por desgracia, son profundas y hasta ahora irreductibles. Afectan a la fe y a la caridad, aun cuando el bautismo común es todavía una base substancial de comunión. El proceso ecuménico «se muestra lento y difícil, aun cuando ha dado pasos consoladores. De la oposición controvertida entre diferentes credos cris– tianos hemos pasado a la reciprocidad, al diálogo, a cierta colaboración práctica.» En esta intercomunicación y convivencia civiles viene realizándose el ecumenismo en los Estados Unidos desde hace mucho tiempo, aunque no falten chispazos de incomprensión y radicalismo, procedentes más bien de individuos y grupos que de las diversas denominaciones. Muchas son las causas de esta progresiva concordia entre las confesiones religiosas. He aquí algunas: su cantidad, su variedad y su poder como minoría, que pro– movieron la urgencia, sentida e institucionalizada, de integrarse pluralísticamente en la unión federada; la conciencia histórica llevada a América del mal ejemplo europeo de rivalidades y guerras religiosas; y el sentimiento, la convicción y el sueño de que están erigiendo una patria de americanos, oriundos modernos de toda la tierra; una comunidad plural, libre, civilizada y próspera y que últimamente ha resultado un imperio especial en el mundo. 38

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