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El mismo sondeo hecho masivamente y en diversas direcciones, «una clara reversión del auge o moda de la muerte de Dios», que crispó lamen– talidad religiosa en los afios sesenta. La razón de aquella revulsión quizá fue debida a que nunca se entendió bien tal designación teológica, individual y social del término. Se partió de interpretaciones banales y trágicas de lo que fue, y sigue siendo, afrontamiento -no enfrentamiento- formal de los teólogos con la inefable Divinidad. Es Jacob invertiendo su noche en luchar con el ángel de Dios hasta el amanecer. La iglesia nacional, es decir, su religión total, se reconoce que ha descendido en un nueve puntos por ciento, desde su coyuntura más alta en 1958. «No obstante, desde 1971, el porcetaje se ha mantenido igual en ese cuatro de cada diez americanos asistentes a sus cultos. A pesar también de los amplios reportajes sobre la rebelión de la juventud contra la religión, Gallup dice que «sería una equivocación demostrable el presentar a la juventud como no religiosa». Un tercio de los americanos por bajo de los 30 afios «van a la iglesia o sinagoga, cada semana. En vista de esta tempertura actual, «la religión organizada sigue jugando un papel vital en la sociedad de hoy, y especialmente en el campo de la educación. Termina reconociendo algo no tan exclusivo de Estados Unidos: que «mientras América es impreseionantemente religiosa en la super– ficie, existe una profunda grieta entre la fe religiosa y su prác– tica». Estas evaluaciones pueden considerarse aproximadamente válidas en la actualidad con tendencia a mejor. Lo que es indudable es que Estados Unidos celebró su Bicentenario con su sentido religioso, moral, en pleno americanismo en sus significaciones más representativas. No es fácil hallar las notas personificantes y válidas de la religiosidad norteamericana con relación a otros países de iguales o parecidas cir– cunstancias. Los elementos diferenciados y definitorios de su idiosincracia, de su talante, se perciben, pero es arduo de concretar y definir. Los podemos englobar en un concepto religioso, ético, moral y folklórico, y a veces pintoresco, del americanismo, «american way of life» que colorea todas y cada una de sus vivencias. También nos referimos, de manera más circunspecta, al humanismo americano, tan notoriamente armonizado y difundido, además de por sus poderes imperiales y hegemónicos, por los Medios de Comunicación Social. Una de las satisfacciones que muestran los turistas norteamericanos, de regreso a su país, es comprobar que el mundo se está americanizando. La observación más simple e inmediata les persuade de ello, aunque sólo usen los sentidos para percibirlo. Platos combinados, comidas enlatadas, o en– cartonadas, bebidas gaseosas, cafeterías, merenderos, bares, deportes, temas y seriales de cine, radio y televisión, prensa, espectáculos, exhibí- 390
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