BCCCAP00000000000000000000550
aproximando a los ciudadanos a la vida presente, «al siglo», al mundo. Im– plicaban por esto tendencias de apertura, receladas por algunos medios eclesiásticos, y que vinieron a converger en el americanismo, que sentimos aún en nuestra hora, siempre con algún sobresalto y actitud juzgadora, tan– to, por las iglesias, como por los mantenedores de los valores religiosos y tradicionales de Europa y Asia. Las referencias religiosas de la Declaración son lo suficientemente in– spirativas y vagas en su limitación teológica y moral como para representar las dos vertientes de la religiosidad norteamericana. Obviamente la Declaración se hace teniendo en cuenta la experiencia religiosa del tiempo y el futuro del país, con ánimo unitario y conciliador, ya desde entonces ecuménico y con la puerta abierta a todas las confesiones y a todas las im– precisiones dogmáticas de la filosofía, panteísmo, madre naturaleza y razón superior en la que puedan encuadrarse cualquier posición teista, dadas las doctrinas del rusionanismo, de la ilustración y de las sociedades secretas. Pero sobre todo en la Declaración se hacía constancia institucionalmente, y queda allí afirmada y viva como una crónica, la herencia religiosa del norteamericano, cuando ya los misioneros católicos y los Padres peregrinos, al igual que las minorías inmigrantes se habían instalado dos– cientos añ.os antes en muchos estados que hoy son parte de Norteamerica como nación. Una cristiandad juvenil y creativa exigía y respaldaba la Declaración del culto a Dios. No es arriesgado asegurar que la vivencia religiosa de aquellas gentes incluidos los próceres era más intensa que los pluralismos del Bicentenario. Pero más vale no comprometerse en comparaciones difíciles de confir– mar. El hecho es que en 1975 la prensa se preguntaba aquí: ¿Son acaso los Estados Unidos la nación más religiosa? Un estudio global de las actitudes religiosas hace pensar que los Estados Unidos «pueden ser la más religiosa de las naciones, incluidas las predominantemente católicas como Italia, Francia, Espafia, Brasil, etc., en la tierra», -afirmaba el encuestador George Galupp, Jr. Hay que suponer que se refiere al ámbito occidental. Ciento cuarenta sacerdotes católicos y religiosas, respondiendo a una consulta nacional sobre el tema, constataban: A pesar del declive de las estructuras religiosas en los afios re– cientes, los americanos siguen siendo «una nación muy religiosa», a menos en cuanto a las manifestaciones externas de las religión. «Cuatro de cada diez americanos va a su iglesia templo a sitio destinado a su culto, por término medio semanalmente. Sólo el seis por ciento de los adultos expresan ninguna preferencia religiosa. Lo cual es número mucho más ba– jo que las porcentajes extranjeros. 389
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz