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criterio penúltimo generalmente vivido: la praxis. ACTITUD CATOLICA La actitud católica presente, posconciliar nos sitúa doblemente ante el problema del secularismo que implica dos puntos de perspectiva: uno, desde lo sacro a lo secular; y otro desde lo secular a lo sacro, puesto que ambos son «órdenes» reales, indestructibles y compaginables, no sólo por ánimo civil y cristiano de convivencia y fraternidad, sino por riesgo lógico y metafísico. La primera actitud la formula así el Concilio, al hablar de las formas y raíces del ateísmo. Una de estas es la «adjudicación indebida del carácter absolutó a ciertos bienes humanos que son considerados prácticamente como sucedáneos de Dios» (excluyentes de Dios) (Cons. Gaudium et Spes, 19). La segunda inspección la verifica el Concilio desde la condición o situación seglar del cristiano. Y así ve en los seglares cristianos «los in– stauradores del orden temporal»: Todo lo que constituye el orden temporal: bienes de la vida y de la familia, la cultura, la economía, las artes y las profesiones, las instituciones de la comunidad política, las relaciones interna– cionales y otras realidades semejantes, así como su evolución y progreso, no son solamente medios para el fin último del hom– bre, sino que tienen, además, un valor propio puesto por Dios en ellos, ya se los considere en sí mismos, ya como parte de todo el orden temporal: Y vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno (gen. 1, 31). Esta bondad natural de las cosas temporales recibe una dignidad especial por su relación con la persona humana, para cuyo servicio fueron creadas. Plugo, finalmente, a Dios el unificar todas las cosas, tanto naturales como sobrenaturales, en Cristo Jesús, para que El tenga la primacía sobre todas las cosas. (Decreto «Apostolicam Auctuositatem»). Con estas coordinadas, el «seglar» cristiano ha de vivir su fe «en el misterio divino de la creación y de la redención»; ha de fomentar «los auténticos valores humanos, sobre todo el arte de la convivencia y de la co– laboración fraterna; ha de tener siempre «muy presentes la unidad y la in– tegridad de la persona humana de forma que su armonioso equilibrio quede a salvo y se acreciente», y que «de esta manera el seglar (y lo seglar) se incor– pora profunda y ardorosamente a la realidad misma del orden temporal». (Decreto «Apostolicam Auctuositatem», 29). A guisa de ejemplo, de las concesiones que las mismas iglesias están ha- 387

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