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miento posconciliar vigila y encauza esta posición, sin dejar de correr el riesgo -normal- de contaminarse. Por variados síntomas de la juventud por los mitos de la nueva gente, y por las actitudes y orientaciones de pensadores eclesiásticos y seglares, se llega a la conclusión de que existe un secularismo que es un proceso pro– videncial de la acción de Dios: proceso histórico que puede intensificar una u otra preponderancia, de lo sacro o de lo profano y secular, y más todavía ordenarlos, sincronizarlos y reducirlos a la armonía de naturaleza y gracia. Estamos en un momento de basculación hacia lo secular, que en definitiva, como acontecer en la ciudad terrena, tiene que integrarse en el plan divino y en la perspectiva del hombre. La conclusión racional, autén– ticamente humanística integradora es que Iglesia y Ciudad han de recon– ciliarse, más no sólo sus hombres entre sí, sino éstos entre sí y Dios. Arthur Michael Ramsay, Arzobispo de Canterbury en su libro «Dios y Cristo en un mundo secularizado» (Madrid, 1969) deduce una misión triple de la Iglesia de hoy: a) Kerigma: proclamación de la ciudad secular que está aquí y viene de Dios. b) Diaconía: Labor de reconciliación y salvación. Y c) Koinonía: Servicio y función de iluminar el carácter de la nueva sociedad. En otros dos libros: Secularización y Vida religiosa, de Fernando Sebastián Aguilar, Madrid 1970; y en el Secularización y Moral Cristiana, de Bernardo Haring, Madrid 1973, y otros se expresan ideas actualmente circulantes sobre el debatido e inquietante tema de la secularización: ideas de valor incluso periodístico y de comunicación social. La secularización, sus múltiples aspectos camaleónicos; los riesgos de deslindar sus sesgos de serpiente con los invencibles avances de su marcha, su satanismo o legitimidad como plenitud y maduración de la acción divina, es decir: su bien y su mal, constituyen sin duda la problemática más interesente y urgente de solución, tanto para la Iglesia como para la sociedad y para cada alma sobre la tierra. Es un crepúsculo, matutino o vespertino, sobre un bos– que que marcha, en el cual todos somos árboles con sus perfiles, luces y sombras. Secularización: ¿ocaso del cristianismo? según el titulo. ¿Plenitud, justo reino de la religión y de la sociedad? ¿Equilibrio y sofrosine del cristiano actual? Lo cierto y lo higiénico es que indudablemente hay valores aprovechables. No falta la regiduría de Dios; se purifican las fórmulas; cuenta lo seglar y cuenta lo sacro; surge y se cultiva la espiritualidad seglar; se hace modesta y organiza la vida de perfección; la auténtica secularidad no puede rechazar a Dios, pues «haría al hombre ídolo, es decir: satánico». 385

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