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con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo ver– daderamente uno de los nuestros, semejante en todo a nosotros, excepto en el pecado». ¡El, el Redentro del hombre! (Con. Vat. II Const. past. Gaudium et Spes, 22). Y he aquí la nueva creación: el hombre. Exclama y describe el Papa humanista: 382 Tal es la empresa de Dios y de la Iglesia: El objeto de esta premura (de Dios y de la Iglesia) es el hombre en su única e irrepetible realidad humana, en la que permanece intacta la imagen y semejanza con Dios mismo. El Concilio in– dica esto precisamente cuando hablando, de tal semejanza, recuerda que el hombre es en la tierra la única criatura que Dios ha querido para sí mismo. El hombre tal como ha sido «querido» por Dios, tal como el lo ha «elegido» eternamente, llamado, destinado a la gracia y a la gloria, tal es precisamente «cada» hombre, el hombre, «más concreto», el «más real»; este es el partícipe en Jesucristo, misterio del cual se hace partícipe cada uno de los cuatro mil millones de hombres vivientes sobre nuestro planeta, desde el momento en que es concebido en el seno de la madre. (13)
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