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pertenece a todos los hombres. Admitimos que resulta algo ambiguo al ser comprendido en diversas formas, pero ése es un inconveniente que tienen muchos vocablos excelsos, tales como democracia, libertad y poder. Lo real es que en la interpretación de humanismo soy fiel, en esta obra, al uso histórico y a la integridad de la palabra. Casi no tengo duda alguna de que este término humanismo sea el más exacto, el más apropiado y el punto de reunión más universal para los hombres de inteligencia y buena voluntad en nuestra era moderna, sean técnicos, científicos, filósofos, teólogos, artistas menestrales. De hecho en USA el humanismo es una filosofía constructiva que hace algo más que negar los errores de pensamiento, llegando a la sincera afirmación de los goces, bellezas y valores de la vida humana. Esta es una opinión que puede ser fácilmente entendida por el pueblo de cada cultura y país. En realidad, el humanismo ya es la filosofía y conducta de millones y millones de seres humanos de todo el globo, que se esfuerzan diariamente por construir una vida mejor en esta tierra para ellos, para sus hijos y para sus semejantes. El humanismo ofrece al género humano, todavía no completamente consciente de su propio bien y finalidad, un pro– grama de verdad filosófica y ética, que puede desempeñar un papel impor– tante en el futuro de la mujer y del hombre. En realidad las dimensiones del humanismo son las mismas que las del hombre, y este se define, por lo que Rahner llama «el hombre espíritu». «El es la absoluta apertura al ser en general, o para decirlo con una sola palabra: el hombre es el espíritu». Lo dice encuadrando al hombre en la antropología metafísica; pero lo es también en este mundo vibrante del Espíritu y de los Medios de Com– unicación Social. Pudiera parecer frívolo; pero es que una de las características de nuestro mundo juvenil es dar importancia a lo banal, a lo Pn,,rt,,vr, a lo anecdótico en vez de a lo categórico, lo transcendente y lo perennemente valedero o histórico. Los que desacreditan o menosprecian los medios de comunicación social como insustanciales, informales y escuela de barbarie y entontecimiento, quizá estén en lo justo, pero desdeñan así algo tan serio y grave como la superficialidad, la frivolidad de nuestra civilización. Entién– dase en aquel sentido y medida en que lo banal es el entresijo y la urdimbre de la solemne túnica de los actuales valores. Una vez más la juventud se está iniciando normalmente en ello. Estos desdeñados valores son para ellos tan– to más intensos, cuanto menos los perciben conscientemente y más los viven como liberación y cultura, o contracultura. Estados Unidos ofrece en nuestro tiempo el espécimen de un humanismo extremoso, espiritual y frívolo, vivido con entera formalidad. SUPREMO HUMANISMO CRISTIANO La civilización cristiana occidental, -en realidad, cualquiera otra 371
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