BCCCAP00000000000000000000550

decadencia. Y ésta se convierte, en todo caso, en marcha a las metas de siempre y a las que se formulan por primera vez. Los momentos cruciales se cuentan con los dedos. Lincoln vió levan– tarse sobre el campo de batalla de Gettysburg, en el ápice de uno de los momentos menos afortunados de la Unión, el nuevo renacimiento de la libertad, que apenas tenía entonces ochenta años (1776-1860). Después de la gran recesión de 1929, quizá la más sensible para al americano represen– tativo, por verse herido radicalmente en la economía, se inicia la marcha hacia la sociedad del consumismo a pleno, a la vista de la sociedad postin– dustrial del bienestar, del ocio comunitario, hoy en trance de peligrar, de los años dos mil. En este umbral, ocurre «el dolor y la agonía de Watergate», la decepción, el rubor, a medias, de Kissinger, el conflicto siempre a punto de renovarse en Medio Oriente y en naciones asiáticas, bipartidas por la diplomacia yanqui, frente al recelo del pentágono y las actitudes de intelec– tuales, ministros confesionales, obreros jóvenes, desconfianzas de los aliados de siempre, el imborrable desdén del herido orgullo europeo, in– cluida Rusia, las sombras de otros imperialismos y ahora el más a la mano, el del petróleo y sus consecuencias que amenazan atenazar el progreso in– definido, en la misma nación de las posiblidades indefinidas. Si de la revolución y Guerra Civil Estados Unidos salió la «salamandra que sobrevive entre las ardientes llamas», recientemente en el pantano del Watergate, ha sido el ave fénix que se levanta de las cenizas, como en los años treinta, y ahora es su misma águila «calva» la que se encarama en los cielos de sus banderas y estrellas. Siempre hay metáforas y ánimos para la recuperación y el asalto a los planetas. La desconfianza en los políticos y el sobresalto sobre su sistema, es ciertamente un mal. Pero a la vez ha sido manifestación de una «fuerza purificante». La gente americana juzga a sus políticos y los venera. Es cuestión no de individualidades, sino de valores, a todos los niveles: el na– cional, el comunitario, la familia y la persona, principalmente entre las mu– jeres y los jóvenes. En resumen se atribuye este resurgir o tenacidad en el presente, a lo que el mismo Max Lerner llama humanismo nuevo, dándole así, si no otro con– -:epto, al menos una aplicación a la situación interior del hombre americano en esta coyuntura víspera!. Tal humanismo puesto ahora de relieve se está manifestando de inespe– radas maneras. 368 El énfásis no es fortuito ni forzado, sino simplemente humanista: sin poder que intervenga; sin revueltas, pues éstas no han ocurrido, ni por la cruel necesidad de ganar: ni por que haya triunfado la «Bitch-Goddess Success», ni por la ceguera acerca de los medios para llegar a la meta; ni la clandestinidad, ni la vigilancia. Todo eso era el vehículo que, si lo empleamos, nos

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz