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describe, sin proponérselo, el mismo Steinback: Al principio huímos, nos arrastramos furtivamente. Nos echaron de los lugares seguros y confortables que en el mundo había, y nos mandaron a las costas de una tierra extraña, hostil y selvática, a un continente sin nombre. Algunos gobernantes con– cedieron grandes extensiones de territorio inexplorado que no les pertenecía, y cuya existencia ni siquiera les constaba, a modo de poco costosas dádivas con las que obsequiar a sus favoritos, o bien para desembarazarse de posibles enemigos. Otros muchos fueron enviados aquí como castigo por los delitos cometidos. Y este continente, lejos de darnos una buena acogida, se resistió a nuestra presencia. Los indígenas lucharon con todas sus fuerzas para conservar la tierra que consideraban suya. Los terrenos rocosos, los desiertos, los impenetrables bosques añadieron dificultades. Enfermedades desconocidas y, en consecuencia, in– curables, diezmaron a los primeros colonizadores, que im– pulsados por le energía de la inquietud, se enfrentaron unos con otros. Esta tierra no era un don. Los primeros en llegar tuvieron que trabajar, luchar y morir por ella. Por ella robaron, estafaron y engañaron, y en cuanto consiguieron poseer una minúscula porción de territorio, dominado cual un valiente domina a un potro salvaje, tuvieron que mimarlo, civilizarlo, hacerlo habitable. Y apenas estuvieron asentados, se vieron obligados a defender sus posesiones ante el asalto de nuevas oleadas de gentes, inquietas, feroces y hambrientas. RENACIMIENTO DE LOS VALORES NORTEAMERICANOS: NUEVO HUMANISMO La comunidad que posea, utilice y disfrute en libertad los medios masivos de comunicación será la más humanista. Este fragmento del género humano son los Estados Unidos. Esto podría ser una tesis. Palabras y ac– titudes como renacimiento, revitalización -reviva!-, cambio, frontera, nuevo «deal», derechos humanos, son frecuentes en las no muchas épocas de crisis que el país ha podido experimentar en apenas dos siglos, sin par en los apogeos imperials o hegemónicos en la historia. En realidad, es aún una historia sin derrotas bélicas indiscutibles. En cada una de esas crisis, aún mientras duran y se acrecen, su proclama la promesa y los indicios de «humanismo renovado» «new humanism». El cociente de la realidad sube siempre a través de sus dos siglos. Ese nuevo humanismo se percibe en el aire, en los capitolios, campos universitarios, en el espectáculo, en los templos, en las aulas, en el santuario y en el ágora. No hay todavía madurez ni desalientos, ni refinamiento alejandrino suficientes para encajar la 367

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