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Pero, sea cual fuere la suerte deparada a esos programas por los hechos humanos y la marcha de la historia, la filosofía del Humanismo será siem– pre pertinente. HUMANISMO Y CIVILIZACION CIENTIFICO-TECNICA ¿Se puede discurrir sobre un humanismo técnico y científico? Nada lo impediría, salvo un convencionalismo, superficial y respetable. ¿Cómo no ver humanidades y humanismo en el trivio y en el cuatrivio de la Edad Media que abarcaban las «artes liberales», liberales por no ser «serviles» y porque se referían a la «inteligencia» básicamente? El trivio comprendía las tres artes relativas a la elocuencia: la gramática, la retórica y la lógica o dialéctica. Mientras el cuadrivio abarcaba las cuatro «artes matemáticas»: aritmética, geometría, astronomía-astrología y música. Embrionariamente se sugerían a la vez el conflicto y la armonía entre los complejos humanismos actuales. Mucho antes los plantearon también de manera con– tundente la Academia y Liceo griegos, que incluyeron ciencias y letras, for– mación física y religión, y proveyeron de estructuras a la Escolástica hasta culminar controversialmente en el Renacimiento, con sus consecuencias en el Occidente, esta idea sencilla y compleja. Tal permanencia viva se puede percibir en el ámbito yanqui con características muy a flor de civilización. Bastaría la antinomia que se ha querido ver entre técnica y humanismo, o sea: la alternativa posible ya calculada para el afio dos mil: cultura técnica y cultura humanista. La razón fundamental es que de alguna manera, hay que deslindar los campos, el de los instrumentos de adquisición y funciones de las humanidades, por un lado; y el de las disciplinas científicas y técnicas por otro. Evidentemente son medios diversos y calificados que llevan a profe– siones bien determinadas. Pero sus resultados en el hombre y para el hom– bre son habilidad, disponibilidad, información y formación. Esta última se convierte en identidad, imprime carácter y da por resultado un espíritu in– formado de hábitos, métodos y estilos que constituyen personalidad típica respectivamente del humanista y del científico, del investigador y del pen– sador, del mecánico y del poeta, del físico y del ontólogo, del tecnócrata y del político, del administrador y del reportero. Ahí terminan las diferencias. Con ellas se ahonda la coincidencia cultural de luces inundadoras del hombre y para el hombre, lo cual es radical humanismo. Va siendo hora de no contraponer humanismos, sino de coordinarlos susbtancialmente en el hombre nuevo. La razón por la que insinuamos este humanismo a través de Humanidades y Ciencias y Técnicas es pensando en los jóvenes. Su eduacación y su ensefianza dan indicios de correr por esos cauces. Por lo demás, las características de lucidez y de templanza, de intelec- 365

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