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unión puede explicar una de las manifestaciones distintivas de cierta religiosidad yanqui. Dentro de ella caben muy bien los principios de este humanismo natural religioso, que son: asegurar la suprema importancia del factor ético en todas las relaciones de la vida-personal, social, nacional e in– ternacional, dejando a un lado toda consideración teológica o metafísica: y la preocupación por el bienestar del género humano con el lema «Hechos, no Credos», que apunta hacia la «praxis» yanqui. Dentro del humanismo naturalista cuentan los librepensadores y ra– cionalistas contemporáneos de América que tienden más bien hacia una ac– tividad educativa, y son menos anticlericales y menos abiertamente enfren– tados con la revelación y autoridad religiosas. Por último, aunque sin agotar las formas del humanismo norteamericano, también cuenta, el humanismo marxista, al menos entre los teóricos. Suele llamarse su filosofía materialismo dialéctico. Este tér– mino no suena bien en Estados Unidos. En primer lugar, porque parece restringirse a la civilización humanista de la Rusia soviética y su socialismo. Y en segundo lugar, porque la palabra materialismo les es antipática; es un vocablo «no descriptivo objetivamente, sugiere una filosofía grosera y de ética inferior digna de censura y oprobio». Cosa parecida ocurre con el tér– mino humanismo proletario. Coincide con el humanismo naturalista en sus negaciones de lo sobrenatural y de toda autoridad religiosa, en la limitación y aspiración del bienestar del género humano en solo esta vida, y en el in– terés y la confianza que depositan en la ciencia y en la técnica. El americano, quizá por su arraigado instinto cristiano, mentalmente no acep– ta como supremo valor los bienes materiales ni la sola razón del placer o del gusto, siquiera sean estos estéticos. Fenómeno muy del día, en Estados Unidos, es el humanismo social, sí– quico de esta sociedad cada vez más dirigida que vamos viviendo en la que el individuo se ahoga, se anonada y desaparece, para que surja el hombre masa, humanismo de humanidad masiva en cuanto inorgánica. Aunque su concepto de masa lo hace inhumano, también el hombre dirigido volun– tariamente en la convicción y disciplina socialistas puede subsistir como hombre más pleno, más humano, porque la sociedad le ha librado de solu– cionar muchos problemas y necesidades primarias, cuya liberación le hace solo y libre en esa misma sociedad. ¿Es un atisbo de nueva libertad? Tam– bién esta perspectiva es vislumbrada por la juventud. El hippy por ejemplo, sólo puede identificarse y afirmarse en una sociedad, capitalista o no, que esté superdirigida y técnicamente establecida y confortabilizada. Con suficiente razón puede incluirse el secularismo actual en el humanismo naturalista. Pero sería a nuestro modo de ver, más aceptable y justo referirnos al secularismo, incluído lo social y lo económico: En lo que respecta a los grandes programas social-económicos del mun– do contemporáneo, agrupados alrededor de términos tales como capitalismo, empresa libre, colectivismo, comunismo y socialismo, con– sumismo, el Humanismo será capaz de iluminarnos considerablemente. 364
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