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religión sobrenatural se ha ejercido siempre más en el campo que en la ciudad. Pero actualmente la extensión de la cultura urbana, así como los métodos científicos en la agricultura, ha modificado radicalmente el aspecto de la población rural. Los granjeros modernos recurren a los tractores, a la irrigación, al control de las inundaciones y a la rotación de las cosechas para resolver sus problemas, en lugar de orar a los poderes sobrenaturales. Aunque también es verdad que sigue invocándoles religiosamente. No se trata de si tal humanismo es ortodoxo o no. En el humanismo norteamericano se dan diferentes tendencias que en su misma variedad contribuyen a caracterizarlo como más plácidamente multiforme que el de otras latitudes. Uno de estos humanismos es el Humanismo Académico, de reciente fundación, en 1930, por Irving Babit y por Paul Elmer More. Admite el dualismo del hombre ante la naturaleza, presenta un programa literario educativo, la vuelta a los clásicos y al Renacimiento y resalta la diferencia alternativa, más bien complementaria, entre humanidades y ciencia. En lo ético propugna la moralidad puritana del decoro. Aunque se le considere hoy preterido, este humanismo académico configura en parte un gran sector de la sociedad americana. Más espiritualista es el humanismo del profesor F.C.S. Schiller, de principios de este siglo. Es humanista en cuanto que pondera al factor humano, personal; su conocimiento busca la verdad objetiva que trasciende al hombre y alcanza y se encuentra en el mundo, inaprensible en parte, de lo moral, de lo religioso y sobrenatural. Frente a estos modos y estilos, muy a lo transcendente, el humanismo muy representativo yanqui, es el humanismo naturalista, es decir: la im– plicación de que la naturaleza es todo, el hombre es una de sus partes in– tegrantes y lo sobrenatural no ocurre. Reconoce que gran parte de la realidad permanece aún fuera del alcance del conocimiento humano; pero da por aceptado que todos los descubrimientos futuros de la verdad revelarán una ex– tensión de lo natural y no un reino diferente, calificado como sobrenatural. Representantes de este humanismo naturalista que alcanzó a nacionales y extranjeros, son en Estados Unidos sus dos filósofos más grandes desde William James: John Dewey y Morris R. Cohen. Por contradictorio que parezca, por el año 1933 varios clérigos univer– sitarios, dentro de la tendencia naturalista promovieron un movimiento naturalista religioso y publicaron un Manifiesto Humanista. Tienen aparente razón los críticos historiadores, que, entendiendo que el humanismo naturalista prescinde de todo 10- sobrenatural y que lo religioso entraña casi siempre algún sobrenaturalismo, piensan que es dífícil justificar la unión de los calificativos natural y religioso. Sin embargo, esa 363

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