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Y es que la gaita irlandesa, según la Balada del Padre Galigan, «es a la vez tan triste y tan alegre como su alma». Pero en la fiesta de San Patricio predominan el orgullo y el vigor de los himnos tradicionales: ¡Soy de Irlanda: de esta Tierra Santa de Irlanda! Y se repite de mil modos el «hurrah» irlandés, que es algo así «como el estruendo de las olas y el grito del águila real». Como siempre las palmeras lloverán paz y luz sobre los verdes tréboles alrededor de iglesias tropicales, mientras el odio, la injusticia y el alma in– madura de los hombres amontonan holocaustos y paradojas, también sobre la Verde Erín. El alma irlandesa-yanqui seguirá vibrando con las jaculatorias del San Patricio del 17 de marzo: Cristo, que estés en todos los corazones pensando en mí: Cristo, que estés en todas las bocas hablando en mí; Cristo, que seas la visión en los ojos que me ven: en los oídos que me oyen, Cristo, que seas oído siempre Tú. 359

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