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En nombre de Dios ¿qué le ha ocurrido a la Iglesia Católica? Atención, católicos. Según anunció nuestra Sefiora en Fátima el comunismo ateista difundiría sus errores por el mundo, pro– vocando guerras y persecuciones de la Iglesia. Efectivamente, como la Virgen predijo también en La Salette, los enemigos de la Iglesia se infiltrarían en ella hasta en los más altos puestos con el propósito de subvertirla. Hoy día el hecho escueto es que la Ig– lesia Católica Romana está en sus manos, controlada por ellos. Basta ya de misas ululantes, guitarras eléctricas, laicos distribuyendo la comunión, reconciliación en lugar de peniten– cia, situación de la moral, comidas comunitarias, doctrinas católicas comprometidas y comprometedoras, muchachas de acólitos (monaguillas), movimientos carismáticos, mesas en vez de altares, palabras de la consagración mutiladas, y luego, ¡la comunión en la mano! ¿NUEVO DESPERTAR? Con el advenimiento de Jimmy Carter a la Casa Blanca se volvió a manifestar el espíritu de revivalismo cristiano, que ocurre periódicamente en Estados Unidos. Se promovía, predicaba y pedía en las preces de los fieles en las iglesias como parte, si no de la campafia electoral, sí como re– querimiento de cambio de tono en la conducta de los gobernantes. El fer– voroso parroquiano de Plains, Georgia, no ocultó sus convicciones y afanes de reanimar la vida personal y la comunitaria de las instituciones y de los in– dividuos en conformidad con «la tradición cristiana» de los Estados Unidos, sin tocar, más bien intensificando, los principios de la Declaración y de la Constitución. No a todos satisfacían estas actitudes «beatas,» que se prestan a recelos. Pero el triunfo llegó, y hay signos de hacerse realidad los propósitos del presidente. Parece que el sefior Carter está persuadido de que ha llegado el momen– to de que América se reconcilie con todo el mundo y, desde luego, con sus enemigos, al menos con la coexistencia pacífica de la que se participaba con Rusia y con China, aunque fuera precariamente. Cuatro paises podían con– siderarse como en cierta «guerra no declarada» con los Estados Unidos: Vietnam, Cuba, Camboya y Corea del Norte, y que podrían aducir recientes y serias razones para ello. Paradójicamente, el asunto se mostró más fácil con Vietnam, donde la sangre corrío más abundante por ambos lados. La reconciliación, por razón de intereses recíprocos y por sentido realista que ensafian los desastres, aparece más hacedera, incluso más fructífera, como si los vietnamitas valoraran la poderosa avuda y colaboración del viejo enemigo, y como si éste se descargara de remordimientos a través de su in– dudable buena voluntad correctamente calculada. En conformidad con lo que ya se llama «doctrina Cartern-algo tiene 34

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