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de los republicanos o en el ala izquierda de los demócratas, de Estados Unidos. Se muestran como un particular sector del catolicismo de su país, pero se sienten unidos en el Señor a todos los demás por la misma Fe y el mismo Bautismo. Compulsan todas las diferencias y opiniones, y están seguros de que el Espítiru Santo impulsa a lo correcto y conveniente en su Iglesia. No gustan de la publicidad, ni de la «contestación», ni tampoco ser encasillados en nada nuevo. Aspiran a seguir la Palabra de Dios y de la Iglesia con per– sonalidad íntima y con júbilo. Si algún ademán suyo puede parecer levemente original, no es otra cosa que la afirmación de la propia identidad, que es atractivo y norma de todo lo norteamericano. Están seguros de que el Espíritu Santo, entre las renovadas manifesta– ciones de su Divina Persona, mueve los aires y las aguas de nuestro tiempo, anclado en la Eternidad. TREBOLES Y PALMERAS PARA IRLANDA: CRISTO IRLANDES Irlanda, tan presente en la actualidad, ha ligado, a través del mundo, sus tréboles -los de cuatro hojas- con su ardiente personalidad y con su Patron San Patricio. Acaso solo San Fermín, patrono de Pamplona y pro– tector de los célebres «encierros», amados y vividos por Hemingway, podría competir en la piedad y jolgorio de sus devotos. Los irlandeses se integran con los países donde emigran, par– ticularmente sus misioneros, que, al poco, según la leyenda aplicada en la Florida, el mismo San Patricio no tendría dificultad en identificarlos al venir a esa tierra del sol para saludar a sus clérigos irlandeses, y decirles a cada uno: ¡Muy bien hecho, hijo mío! Si los españoles hicieron la primera iglesia católica en Estados Unidos, en San Agustín en 1564, los irlandeses, el P. O'Reilly levantó la catedral de esa misma ciudad hacia 1806. Actualmente decenas de seminaristas se preparan en Irlanda para venir como sacerdotes a la Florida. Hasta muy pocos años, desde el siglo XVI, en el Colegio de Nobles Irlandeses, de Salamanca, se formaban clérigos para la Verde Erin así como para Latino América. La verdad es que de «la tierra de los tréboles llegan sacerdotes a las tierras de las palmas». Es el eterno reclamo que refiriéndose a Europa cantaba el poeta alemán H. Heine, sobre el pino del norte que se enamora, y busca la palma mediterránea del Sur. Todo pueblo isleño es marinero, explorador, buen catador de vino y poeta. No es de extrañar que Irlanda, además de la Isla de los Santos, sea también una tierra de mil años de poesía. El mismo San Patricio iniciaba este ciclo poético: «Cristo sea en el corazón de quien piensa en mí; Cristo sea en la boca de quien habla de mí; 357
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