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pósitos y diálogos sobre la paz y la unidad, incluídas la unidad y la paz religiosas. No cabe duda de que todas las posiciones se echan cables de co– municación para lograr progresos, por leves que sean. Esto es lo que tam– bién, de manera más sutil y provechosa por sí misma, están haciendo en el campo religioso. Puede servir de muestra la actitud entre cristianos y judíos, que partiendo de posiciones intelectuales y, diríamos, de cortesía, pueden parar en convivencia mística. Somos conscientes de que apenas hemos comenzado a ver la ex– tensión de nuestra tarea al plantearnos los problemas surgidos por las relaciones entre cristianos y judíos. Son cuestiones teológicas, cristológicas y eclesiológicas fundamentales. Tales planteamientos deben ser para los cristianos ocasión de avance y de reflexión siempre renovada en el terna que concierne a la significación de lo que Dios ha revelado de Sí mismo en su alian– za con Abraham y manifestándose en Jesús de Nazaret como el Cristo. Así puntualizaba en 1969 el comité permanente de la Federación Luterana Mundial para la Iglesia y los Judíos. En este sentido apuntan las directrices que han adoptado los católicos norteamericanos y con ese espíritu entienden que han de obrar. Por idéntica línea discurren las ideas de Joshua Loth Liebrnan, rabino del templo de Israel, en Boston, y predicador en Harvard, autor del «más famoso libro in– spiracional de nuestro tiempo», Peace of Mind, La Paz del Alma, que templó tantas amarguras de la última guerra mundial y removió compren– siones. En ese libro, un poco olvidado, se verifica la armonía que resulta de la coordinación de dos disciplinas: una, la religión, la más antigua; otra, la más moderna, la psicología. Resume Loth Liebrnan: Las palabras de la religión acerca de la naturaleza de la vida y del universo, no son simples sueños utópicos. Son eco de los hechos más objetivos y constados relativos a la naturaleza de la realidad. Estarnos de nuevo en sólidos puntos de partida, cuyos pasos pudieran ser: el mutuo conocimiento, la reinvención de profundas semejanzas y coin– cidencias, el mismo origen y una deducción dinámica hasta tocar la realidad íntegra de Cristo, Dios-Hombre, incluida su vivienda precisa en la Eucaristía. Tal ocurrió al gran Rabino de Roma, Israelí Zolli, converso trás largas conversaciones con Pío XII. De su fervor de neófito es fruto su poema místico «Dulcis Hospes Anirnae», cuyas palabras sosegantes no será inútil revivir en estos días de premura por la paz cristiana: 352
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