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Es conveniente que los católicos reconozcan el signo religioso y el valor espiritual del Estado de Israel para los judíos y respeten «el vínculo entre pueblo y tierra» judíos. La religión judía no debe ser considerada únicamente como un paso o primera piedra para la Cristiandad; y el Antiguo Testamento debe ser reconocido y aceptado «en su valor pro– pio». El punto de vista católico acerca de la religión judía debiera reconocer que es una religión «no solo de justicia, de cumpli– miento de la Ley», dando así por entendido que solamente el Cristianismo posee la ley de amor y libertad. Es importante la consideración del judaísmo como una fe que se incrementa y se desarrolla, que continúa enriqueciéndose y reactiva una tradición espiritual. Ante estas ideas, la reacción por parte de los judíos ha sido entusiasta. Benjamín R. Epstein, director nacional de la Liga Anti-Difamación de B'nai B'rith, las ha considerado como «exposición de enorme importancia» para la vida de relación espiritual norteamericana, y añade: Quizá por primera vez en los 2.000 años de historia, la Iglesia está considerando el judaísmo y sus informaciones como ellos a sí mismos, pueblo de la Alianza de la Ley y Tierra Prometida. Los medios católicos miran la nueva posición como un experimento con cautela y buena voluntad. E,a, propuestas jerárquicas requieren estudio y serán bien recibidas en medios judíos. Es un buen propósito emplazar las relaciones cristiano-judías en un nuevo plano. Se aprecian estas normas como extensión del documento sobre !os judíos, del Vaticano II, en el que se habla del «patrimonio común entre Cristianos y Judíos», y se declara que la muerte de Jesucritos no se debe hacer recaer sobre todos los judíos, sin distinción, ni sobre los judíos actuales. La sensibilidad cris– tiana capta de corazón el gesto conciliar en el que «los cristianos piden perdón a sus hermanos judíos» por las generaciones y épocas de persecución; y esperan a la recíproca parecida actitud de los judíos en los casos en que hubiere lugar. Punto especial de estas consignas es el reconocimiento de que el Estado de Israel comporta valores de importancia religiosa. Los comentarios católicos respecto a este tema advierten que esta posición ante Israel no im– plica ni supone por sí misma un juicio sobre las incidencias históricas ni sobre las decisiones de orden puramente político. Para proseguir el diálogo entre las dos fes las nuevas directrices ponderan la prudencia de «todo intento de proselitismo y conversión». 349

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