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vigiliancia de todos mis gestos, necesidades, angustias y hastíos. Quisiera hacerlo constar todo en algunas páginas imposibles entonces de escribir. Sólo quedaba el corazón -débil- que se adhería a tu espiritual y suave presencia, cargada de bondad y de indescriptible hermosura, la hermosura absoluta del bien. Me sumergía silenciosmente en la inexcrutable simpatía de tus ojos y en la tranquila y cálida sonrisa con que suplías todas las palabras y medicinas. Agradecía infinito la presión, quizá no aséptica para ti, de tu mano y me infundía un misterioso vigor la valiente fortaleza con que adivinaba tu corazón cumpliendo su divina ley de amar y me confor– taba la evidencia de que Dios vela y ama en la enfermedad y en la salud. ACADEMIAS PARA MORIR Los humanos se enfrentan al momento final con una actitud negativa: «No puede ser», «No lo creo». Casi siempre también con enfado y rebeldía: ¿Por qué a mí? Precisamente ahora; ¡con lo que me falta por hacer! Aún los desahuciados, tienen la fase de «¿quién sabe? A lo mejor ... Otros ha habido». La depresión, los presentimientos, los recelos deducidos del con– torno son normales. La aceptación de lo inevitable ocurre de muy diversas maneras. En todo caso la actitud ante la muerte está cambiando en el sen– tido de que ella, al fin y al cabo, no es el término definitivo del hombre, y que es posible y conveniente en algún grado controlar «el despegue». Tales son algunas de las frías consecuencias experimentales de la in– vestigación universitaria acerca del morir. Como temas de un curso más, se cultivan en el Centro de Gerontología de Oregón. Es exigencia de la disciplina tener gran interés por los ancianos y enfermos, y como especialización, formar parte del «seminario de la muerte)), que ayudó a crear el Profesor Norman Sundberg. Los alumnos del seminario cursan in– vestigaciones y comportamientos, incluidos los propios, ante la muerte, por los siguientes pasos: su filosofía personal sobre vida y muerte, reflexión sobre su propio óbito, como próximo o remoto, el mismo tema en las artes, la música, la poesía, las películas y medios de comunicación social; tésis de los pensadores y escritores y sabios, incluidos los religiosos y místicos; ob– jetivos a lograr en la reacciones postreras; entrenamiento para afrontar esas situaciones, con este propósito: Me creo sinceramente capaz de decir con serenidad: «Voy a morir». Una de las prácticas consiste en formar grupos «familiares» como si fueran «padres», «madres», «abuelos», «hermanos», «íntimos»; y de improviso «alguien de la familia queda difunto». Un punto interesante: la idea de una vida ulterior a la muerte y el con– cepto de la propia muerte son totalmente distintos y no están relacionados como se piensa. No es infrecuente la sensación de liberación incluso la de in– diferencia ¡Va a pasar lo normal! En todo caso se condena la «conspiración del silencio, no hablar de ello». Se discuten sus variantes. Esta recusación del silencio, se funda en la necesidad de expresarse que experimenta el ser en 329
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