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de los Padres, del Día de los Enamorados, del Día de los Ancianos, del Días del Párroco, ahora el Día de los Hijos. Como si todos los días del año no fueran días de nuestros hijos. Sólo falta que inventen el Día de las Suegras, el Día de las Tías y demás, que ya están propuestos. El Día de la Suegra ya se celebra el Día de la Madre. Es verdad de perogrullo que toda suegra es madre. Y si es abuela, es dos veces madre, con una maternidad que es toda ilusión sobre sus nietos. En cuanto a las tías -cuanto más solteras mejor- ya se ha pensado rendirles homenaje público en su Día. Con mucha frecuencia ellas son las que se ocupan de los hijos de sus hermanos y especialmente, no sé por que, de los de sus hermanas, suplen a los padres de sus sobrinos, quienes quizá con demasiada facilidad optan por decir: «Anda, hijo, díselo a la tiíta; vete, hija, la tiita te lo hace y pídele el regalo». Y las amables tías, que adoran a sus sobrinos, cuanto más sobrinada mejor, dan sólo mimos, porque «saben» que no pueden imponer autoridad; y suelen recibir los supuestos desdenes y la terrible e inocente in– gratitud de los sobrinos. Ellas son así felices y heroicas y llegan a sentirse in– tensamente madres, como la famosa Tia Tula, de Unamuno, quien no acep– taba que su hermana y cuñado fueran más «padres» que ella, la Tia Tula. Lo cierto es que el día propuesto para las tías es el 28 de diciembre, el Día de los Inocentes ... Ignoro por qué hasta ahora esa idea no ha tenido éxito. Ese señor que se lamenta «económicamente» del Día de los Hijos tiene ganas de perder el tiempo. El es el primero que no pierde Día de esos. Y se preocupa con generosidad del Día de la Madre y hasta del Día de los Enamorados, y de lo único que se olvida es del Día del Padre. Dejando a un lado las ironías y bromas de la vida que hay que encajar con humor y serenidad, porque Dios también anda entre ellas, la verdad es que no hay idea más respetable, más espontánea y quizá más necesaria en nuestro tiempo que ese Día de los Hijos. No vamos a hacer ningún lirismo sobre ellos. Los hijos son absolutamente importantes, ni más ni menos, por– que son la vida más hermosa en el presenta y la única vida para el próximo futuro, que ellos seguirán viviendo y dando, según el plan de Dios. He aquí tan solo cinco que pudieran resumir el espíritu de la celebración de ese Día de los Hijos, que se sugiere sea el «último domingo de mayo». Esas cinco cosas son: un mandamiento, un sueño, una simpatía, una pelicula y una alabanza de Dios, tal como se ponderan en una tarjeta yanqui. El mandamiento. El cuarto de la Ley de Dios, que regula las relaciones todas entre padres e hijos. El sueño. Consiste en que todo hijo o hija, cuando se le pregunte con razón, quienes le hicieron tan admirable, conteste: «Mis padres y mis deseos de imitarles. La simpatía. Es la del caricaturista que, en el Día de las Madres, publica un dibujo en el que un niño y una niña de nueve y siete años, respec– tivamente, le dicen a su madre, delante de papá: «Gracias, mami, porque no tomaste la píldora». La pelicula. Se refiere a aquella de Walt Disney en la que hay «almitas» 326

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