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Norteamérica sabe honrar a María la madre de Dios. Y digo «también por– que toda Latinoamérica canta por este mes de mayo: Venid y vamos todos con flores a porfia, con flores a María, que madre nuestra es. La esencia del cristiano es ser discípulo, imitador y hasta reproducción de Cristo en lo posible. Esta es la razón de nuestra efusividad filial hacia María imitando a su Divino Hijo filialmente. Y así glosamos: Que Madre nuestra es la Madre del Dios niño! Igual es su cariño, sin antes ni despues. Si alguna vez te ves llorando tus agravios, contrito ante sus pies, con tal que amor le des, te elevará a sus labios, ¡que Madre nuestra es! Las manos de los niños son más tiernas que las manos de esa mujer y de ese hombre que hace, más o menos años, se juntaron ante el altar por amor y por sacramento y que llevan anillos de compromiso y de intimidades sagradas. Las manos por medio de las cuales estos padres ahora llevan flores a María, corno la mejor expresión de su hogar, son las manos de sus hijos e hijas. Ciertamente que la popular letrilla de mayo «Venid y vamos todos con flores a María» no podría imaginar tal poesía y tal devoción me– jor practicada que manos de niños y niñas llevando flores a la Virgen, no tanto en nombre propio corno en el de sus padres. El Movimiento Familiar Cristiano colma su piedad católica con este gesto ante la blanca irnágen de Fátirna, entre palmeras y pinos. Los rostros de estos hombres y de estas mujeres, personificando el matrimonio, cristiano y llevándolo corno una realización sentimental, espiritual y dramática en sus personales biografías, tienen derecho a manifestar un aire de triunfo, de reivindicación y acaso de santo orgullo, al encontrarse arropados por tantas parejas, no del todo felices quizá, pero en todo caso mantenedoras de un ideal evangélico moderno y actualizado de la vivencia del matrimonio sacramental, precisamente hoy en que tantos prác– ticamente se disocian, y viven descasándose. En realidad, esos matrimonios cristianos proclaman la convicción de que, al vivir su matrimonio y su familia, están labrando la progresiva perfección y, en lo posible, la felicidad suya y de la sociedad próxima. 324

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