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talidades religiosas en USA quieren ver en Dios -en este su nombre- una perceptible indiscriminación respecto a los géneros de la especie humana. No es cuestión sólo de gramática y de atribuciones. Por los años sesenta -posconciliares- jóvenes hebreos judíos y algunos cristianos -incluídos clérigos- intentaron modificar las invocaciones de Dios, de suerte que la Divinidad no fuera pronunciada exclusivamente «el}) o «ella}). Adecuadamente habría que expresar que «ella-él», «él-ella». Y proponía, por ejemplo, una advocación que desde luego sonaba extraña: «Dios ben– dice. ¡Ella nos bendiga!». En todo caso, el cristiano católico considera a la Madre de Jesús como una gracia, una dádiva de la misericordia de Dios para la humanidad. Y el filósofo y escritor francés Augusto Nicolas contemplaba en la Virgen Madre «la maternización de Dios». CON FLORES A MARIA Aquel día, hacia las cuatro de la tarde, era una niña la que estaba ante la Imagen de la Virgen de Fátima y sus pastores niños, que hay en el campo, detrás de Saint Michael, junto a la vieja capilla de la colonia polaca. La niña, como de nueve años, vestía un jersey rojo y una faldita blanca. Le acompañaba su perro, color canela, de ojos moscatel e inquietos. Eran en ese momento los únicos fieles ante la imagen de la Virgen. La niña puso unas flores sobre un poyo de la imagen y miró la cara de la Señora, igual que hace más de cincuenta la miraron los niños portugueses en Cova de Iria, Lucia, Jacinta y Francisco. El perro venteaba aires libres y prometedores de no se sabe qué. En todo caso, la niña, el perro, los pastorcitos, la piedad de la Virgen Madre, ante las escuelas vacías y entre las dos iglesias -una, ya en retiro y la otra, nueva- en su silencio casi al borde del tráfico de Flagler, era pura oración, sin remordimientos, acaso sin peticiones: una oración de la gracia y de la paz. Una de las manifestaciones del catolicismo norteamericano es esa costumbre, bastante difundida, de tener en los patios y jardines de iglesias, conventos, colegios y casas particulares la Imagen de Fátima, con los niños videntes. Forman un grupo blanco, campesino y sedante sobre el césped y, aquí en la Florida, en bosquecillos de pinos y palmas. Casi siempre se añade al grupo algún hombre, mujer o familia que se incorporan al grupo. Van allí sin hora fija, sin obligación, con espontaneidad impulsiva, que es como me– jor suele actuar la gracia y como se verifica la oración. Brevemente oran, contemplan, quizá reflexionan o solamente respiran el olor a yerba recién regada y a cielo suspendido sobre las palmeras. Otra costumbre católica norteamericana es la que se celebra en el mes de mayo: La Coronación de la Virgen, en alguna de sus imágenes más representativas por los alumnos y alumnas de sus Escuelas. Dios puede seguir bendiciendo a América, entre otras muchas razones, porque también 323

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