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Tu Iglesia es el silencio, y la canción exánime. Tu Iglesia es vifia y prado del Padre agricultor y es redil trashumante del óptimo Pastor. Más sobre todo, oh Padre, tu Iglesia es ser en vida con el Cristo, y ser todo un altar. Es unirnos contigo, y vivir la unidad en que nacimos todos, al ser humanidad; es resultar divinos; pues para ello sudaste sangre y perdón en la cruz que abrazaste. Por eso, nos tocamos la frente y nuestras manos; y sentimos a Dios y al hombre como hermanos. Esa es nuestra «Santa Madre Iglesia», de la cual confesamos en el Credo dominical: «Creemos en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica». Pero hay una mujer en la que culmina la maternidad, como en ella se consagra «el eterno femenino». Es María, madre del Dios-Hombre y fulgor de todas las madres. Al final del Concilio Vaticano II, se ha proclamado con vigor nuevo su advocación de «MADRE DE LA IGLESIA», como si se quisiera consagrar sobre un mundo tecnocrático el perenne valor de la ter– nura y el dogma. Las computadoras no están capacitadas «todavía» para desarrollar «conceptos abstractos o formular juicios estéticos». Habrá que esperar algún tiempo para que una máquina intelligente pueda suplantar la fragilidad de, por ejemplo, «La Estrella del Amor Materno». Son tan buenas las madres de los hombres, que alguna habría de ser madre de Dios. Una cosa tan solo El envidiaba de su divina creación: ser hijo de mujer: tener su madre, como un hijo cualquiera que no es Dios. Lo quiso tanto, que su amor, tan sabio, dejó sofiar su libro corazón. Y te hizo a Tí, María, Virgen Madre, pura y materna con doble bendición ... Vengo a ofrecerte el mayo de tus flores ¡oh santa Estrella del Materno Amor! Y a vosotras, oh madres, el saludo del arcángel que a María anunció. En verdad poesía y-perífrasis no tienen que hacer demasiado en la Fe y el Dogma, ni siquiera con las fórmulas promulgadas. Se logran a veces metáforas, figuras y trasposiciones que incursionan en el religión. No es la primera vez que a la Divinidad se le reconoce la exigencia de eludir la asignación exclusiva a lo masculino: Dios. Diversas denominaciones y men- 322
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