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Y la Cuaresma ¿dónde está? No hablamos ahora de ningún personajes teatral, sino de la Cuaresma litúrgica. Aunque parezca extraño, hay cris– tianos que piensan: -Al desaparecer las exterioridades de la Cuaresma, su espíritu se esfumó. -Aquellos ayunos y abstinencias, ciertamente, había que hacerlos con exactitud y espiritualidad. Pero, a la vez, con discreción y con el decoro evangélico de la humildad y de la sonrisa. -Ni la familia, ni las minorías apostólicas y ascéticas, ni siquiera las comunidades religiosas viven ya la Cuaresma. Hay que mencionar también a quienes, teologizando y renovan– do liturgia, formas de devoción y de culto, proclaman: Hay que superar y sustituir, hasta donde sea necesario, el sentido doloroso y penitencial del pecado, por la alegría resurreccional de la Pascua Eterna. Frente a diversas posiciones, la verdad inmediata y seria es que la Cuaresma sigue vigente y activa, con los levísimos cambios que se suceden en el juego dramático de nuestras existencia. Todavía hay restaurantes y aviones donde los viernes se ofrecen comidas exclusivamente de vigilia. Aún hay señores y señoras que se extrañan de ver a la gente frecuentadora de Misas a clérigos que comen carne en la Cuaresma. Y hay quienes sienten el temblor del pecado, al prescindir, en buena conciencia, de los tradicionales ayunos y abstinencias. Es la inercia venerable de preceptos y costumbres re– cientemente pasados. En USA siguen el sentido, la libertad y la devoción del ayuno y de la abstinencia; la práctica y la compasión amorosa del Viacrucis; los días renovadores de Misiones, de Retiros y, sobre todo, de entrada y recogimien– to en aquel «cuarto», del que habla Jesús, «donde el Padre celestial, que ve en lo escondido, te recompensará». Sigue Jesús con nosotros durante la Cuaresma, en las mejores oportunidades de reconciliación y de unión y de acción, de purificación y vivencia de misterios y sacramentos «con El, por El y en El para dar gloria y honor a Dios Padre Omnipotente en la unidad del Espíritu Santo». Lo pascual y glorioso apacibles se perciben en la cuaresma católica yanqui en un cierto grado mayor que en otras partes, por eso mismo que puede parecer una delicada extravagancia de la confor– tabilidad. ALEGRIA Y GLORIA DEL VIACRUCIS La cuaresma sigue con la dulce compañía de la Madre Dolorosa de Jesús. A ella cada uno de nosotros puede decir los versos de Kipling, mien– tras la primavera yanqui llega indecisa: 314 -Si yo fuera colgado en la colina más alta, madre, oh madre mía, ya sé qué amor me seguiría hasta allí. Si me hundieran en lo más profundo del mar, madre, oh madre mía, ya sé qué lágrimas llegarían hasta mi. Y aunque fuera condenado en cuerpo y alma,

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