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fiestas de la Navidad, la Pascua, el Día de Gracias y la In– dependencia. Es el día de los «buenos, bellos y enemorados co– razones». A las rectorías, parroquias, escuelas y conventos se envían felicitaciones y obsequios, además de oraciones, a los sacerdotes, religiosos y religiosas pues con razon son con– siderados en Estados Unidos, al menos por profesión, los mas significativamente «amadores de Dios.» Por ello, piensan así: En este tiempo en que tanto y tan científicamente se habla del matrimonio cristiano, no puede estar fuera de lugar la refle– xión sobre el matrimonio y el amor de Dios. El amar a Dios y al prójimo constituye el primero y máximo mandamiento de la ley de Dios. Esposo y esposa son recíprocamente el ser más próximo en el hogar, en la sociedad y ante Dios. Su profesión y practica del amor, en todas las dimen– siones de la inmortal palabra, se funde con su pasión y ensueño hacia una espiritualidad sacramental, que obviamente, conlleva el amor de Dios. El matrimonio es vocación, es decir: intención, llamamiento y plan de Dios sobre las vidas de tal hombre y tal mujer. La vocación no se ha de considerar, en exclusiva, como conducente a una santidad más alta que otra, sino como otra santidad, a la que se va por distinto camino. He aquí algunas, realidades básicas del matrimonio que propi– cian su espiritualidad. Sus sentimientos y actos de intimidad son en sí mismos un bien de Dios. Esta intimidad es participación, muy realista, en la vida de otro ser personal. El aprecio y el interés por otra persona se acrecien– tan hasta la liberación y entrega de sí mismo, más allá y más cer– ca que uno mismo. Sobre todo esto, el Sacramento y sus gracias-entre las cuales ningún cristiano olvida las crisis y las cruces-fomentan y subliman la vida moral y piadosa, así como su destino sobrenatural. También el matrimonio es camino de perfección: tema ideal yan– qui de película y vida. CENIZA: VIDA ETERNA También aqui, para la población católica se producirá den– tro de unos días un movimiento singular. Los fieles van a la ig– lesia en la misma cantidad casi que si fuera una fiesta de precep– to, una boda o un bautizo. Es el día que tiene un nombre estremecedor: Miércoles de ceniza. La gente madruga un poco 311

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