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José Todos En nombre del cielo, buenos amigos, dadnos un sitio para pasar la noche. ¡No hay posada! Sigue tu camino. No abrimos a extraños. Cantando el segundo verso del villancico, la procesión se dirige a la otra puerta lateral de la iglesia. Se oye otra vez el golpe, seguido de la voz: José Todos Yo soy José, el carpintero de Nazaret. Si no nos desecháis, Dios os lo premiará. No nos importa quiénes seais. Dejadnos dor– mir. Al tercer verso, la proces10n llega a la entrada principal, y tras la tercera llamada, el diálogo se redondea: José Todos Mi querida esposa María no puede esperar más. Ella es la reina de los cielos que va a dar a Luz al Hijo de Dios. Entrad, santos peregrinos. Podéis usar este pobre sitio. Nuestras puertas y nuestros corazones se abren de par en par para vosotros. Dos niños de la parroquia se adelantan hasta la escena del Pesebre, portando las figuras de José y de María y las colocan en la expectación del Niño que está a punto de venir. Termina con la canción «Noche silenciosa». Después de la Misa, se estallan las piñatas que contienen los regalos para los niños. A pesar de todo, se ponen reparos no siempre moderados a la Navidad de este país. Dicen algunos: ¿Navidad? Una ilusión, un fraude, una ocasión de dolorosas nostalgias y de diferencias sociales. Cierto que de los tiempos navideños fluye un encanto mágico, a pesar de lo que hemos hecho de ella. ¿Quién es el responsable de la ruina de la Navidad? Los más de los descontentos contestan que la comer– cialización. Los comerciantes se despliegan contra el Niño como soldados de Herodes. Se vende y se compra a lo loco lo más in– necesario. Los centros religiosos no son los últimos en suscitar 301
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