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aparte, podemos preguntar qué hacen en las vípseras y noche de Navidad. Pero no debe ser decepcionante figurarse a Raquel Welch rellenando un pavo, o a Gary Grant yendo a la compra de su árbol de Navidad. Cual– quiera de estos mitos del cielo cinematográfico, teatral o televisivo hacen poco más o menos lo que cualquiera de nosotros. Cantaran «Silent Night» -Noche serena-, colgarán su media en la víspera de Navidad para Santa Claus, andarán con las últimas prisas de las compras y sus regalos en el vér– tigo de las tiendas; comerán más de lo que les aconsejan sus planes defen– sores de la línea; beberán bastante ponche aterciopelado -los «eggnogs))– Y se extrañarán al día siguiente de por qué la noche y el día mágicos vinieron y se fueron tan pronto. Claro que les acompañan a estas celebridades diferentes situaciones por su condición, su dinero, los halagos de la fama. Pero la Navidad es la misma. He aquí los planes de algunos de ellos y ellas. A Valery Perrine le da por lo nostálgico y dulce. Se dedica a preparar confituras y delicadezas para la reunión en torno al árbol. Jean Seberg, a quien la Navidad alcanza en París, se echa a buscar en vano, la «tarta de calabaza» -pumpkin- y termina poniéndose a la cola de los turistas americanos que esperan cualquier noble sustituto de sus platos tradi– cionales. Ideas más originales tienen Doris Day y su marido Barry Conden. Las dice ella: «Nosotros nos damos regalos con frecuencia durante el año. Así el espíritu de Navidad es una cosa continua. Por lo demás, no nos gustan las compras y las aglomeraciones en los almacenes, por las fiestas. No obstante, este año para evitar la adversa publicidad que se hace contra nosotros por nuestras simpatías por los animales, hemos pensado hacer una excepción y nos vamos a regalar él a mi un perrito, y yo a él, un minino». Desde luego hay maneras caprichosas y exentas de especial reverencia a lo tradicional y espiritual. Allan Carr compró una pequeña isla llamada Fi– ji. En ella encontró a cinco nativos y les obsequió con un cocido. Steven Lawrence y Eydie Gorme llevan diez años consecutivos pasando la Navidad en regustar el guisado de carne de res con toronjas. Rod McKuen se va a hacer un crucero por el Caribe para huir del «caos descomunal de Navidad en Nueva York». Shirley Laine se eleva a 50.000 pies de altura sobre las Navidades a ras de tierra hacia cualquier parte. Sammy Davis Jr. y su esposa -de entonces- se alquilan'un yate hacia Key Biscayne con sus tres hijos y sus buenos amigos Milton y Amy Grene. Sammy comenta: «Echamos de menos la nieve, pero la suplimos poniéndose en nuestros postres ración doble de crema batida». Otros buscan el pavo con higos de Madeira y allí encargan sus regalos. Otros ofrecen a sus huéspedes con platos aderezados con yerbas que lo curan todo: sarpullidos, fiebres, depre– siones y digestiones laboriosas. Cierta estrella cuenta cómo un año recibió de un señor romántico una limousine de lujo, con chófer dentro. Estrenó el automóvil, zigzagueando por las calles de la ciudad y repartiendo a todo el mundo ropas y alimentos, billetes y aguinaldos revolantes a toda clase de gente. Era Navidad. Lo justificaba: Me figuro que si una es una estrella, 299

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