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MUÑECOS Y ESTRELLAS Sobre los tejados y las azoteas, tanto de «la casita en la pradera» como de las mansiones de Palm Beach, se desliza en el aire el trineo de Santa Claus tirado por impetusos renos galopantes. Por resquicios de nubes y luz nocturna -pasillos de atmósfera- entran y salen y rizan y trazan lineas sonoras de silencio y agilidad, hasta perderse bienaventurados en el cielo de la Navidad que dora la tierra, y las copas de sus arbóles. Mientras, se hace sobre el mundo y sus polos y los gorros de los esquiadores el paisaje de los milagros invernales. Se fueron los mirlos, y deleita como nunca el ave eterna que modula la canción de amor. Vamos a hacer el «hombre de nieve»: Parson Brown, de alma inmóvil y bufanda roja, y su pipa de miel y el humo humano calentará el universo. Alguien, Parson Brown, te anunciará que te casas. Pero ahora lo importante es el país maravilloso de la nieve. El amor y la alegría vienen a tí, la Navidad también. ¡Dios te bendiga y te regale un feliz Año Nuevo! No hay pescadores ni mendigos a tu puerta. Pero te rodean los niños del vecindario que bien conoces. ¡Campanilleen las campanillas, y cascabeleen los cascabeles! al trote de los renos mientras tú, Parson Brown, Frosty. sueñas lo hermoso que seria deslizarte en el trineo donde, entre risas y chispas de la nieve enamorada, se sienta la señorita Fanny. Cristo está en la nieve y en el fuego, y en las caracolas fervientes del «profundo Sur». Los «carolistas» -cantores de villancicos– desfilan por los viejos barrios hispano franceses de Nueva Orleans, embriagados de Missisipi, padre de río y de galeones y goletas anglohispanas, y ya en la paz inmensa de la Unión, Los caroleros vibran sus címbalos 297
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