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Decía la oveja de vellones dorados. Yo -decía la paloma desde su altura emocionante– yo arrullé su sueño: mi compañero y yo. Nosotros arrullamos su sueño desde la altura emocionante. Yo -decía el perro de ojos buenos y brillantes– yo le cuidaba y velaba bajo los cielos obscuros. Le velaba hasta levantarse el alba. Yo -decía el perro de ojos buenos y brillantes. Al fin y al cabo, es el amor el que lleva su cortejo de espíritus, almas, cosas y fantasías al mundo de la Navidad, donde está el amor de los amores bendiciendo infantilmente su creación pomposa. Así, las americanas Virginia Parson y Shelia Waters han ilustrado la canción y juego navideños de «La perdiz en un peral», donde toda ingenuidad es posible. Virginia ha ilustrado con viñetas multicolores la acción de las criaturas con fulgores medioevales. Y Shelia, ha caligrafiado con rasgos como de melismas de in– strumentos seráficos. He aquí la canción y sus ritornelos: 294 -En el primer día de Navidad mi fiel amor me envió una perdiz en un peral. -En el segundo día de Navidad mi fiel amor me envió dos palomas torcaces y una perdiz en un peral. -En el tercer día de Navidad mi fiel amor me envió tres gallinas francesa, dos palomas torcaces y una perdiz en un peral. -En el cuarto día de Navidad mi fiel amor me envió cuatro mirlos, tres gallinas frencesas, dos palomas torcaces y una perdiz en un peral. -En el quinto día de Navidad mi fiel amor me envió cinco sortijas de oro,

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