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El buey se conformó, pero seguía rumiando pensamientos: -La mula tiene razón. Hay veces en que guardar silencio es bueno, incluso cuando uno es tan feliz que no sabe qué hacer de sí mismo. El buey volvió a mirar la paja. Pero no se atrevió a comer de ella. Más bien ni siquiera tuvo tentaciones. El comer, extrañamente, se le había hecho superfluo. Ya era bastante con ser feliz. (Por la traducción y adaptación de Jules Superville). LAS BESTIAS AMIGABLES: RITORNELLO Además de los benditos animales, la mula y el buey, que pasaron a la inmortalidad de las artes plásticas, las otras bestias amigables quisieron tomar parte en este homenaje nacional a los misterios de la pascua navideña. Deciden, pues, enviar su representación capitaneada por su rey, el león, la más ilustre y fuerte de las criaturas, «el cuarto rey», con la voz de Ted Ross. Y otras voces: la del gorrión, en la de Maurie Beechman; la de la tórtola, en la de David Stang; la del castor, con la de Bob MacFadden. Y muchas más palabras y gestos intercambiados entre las buenas gentes, animales y artistas. Al principio de cierta asamblea, diversos animales reflexionaban y recordaban: Jesús, nuestro hermano bondadoso y cortés, nació en un establo pobre. A su lado estuvieron algunos de los nuestros. Jesús, nuestro hermano bondadoso y cortés. Luego hablaron algunos: Yo -dijo el asno pardo y peludo- llevé a su madre arriba y abajo de la colina. La llevé segura hasta la ciudad de Belén. Decía el asno pardo y peludo. Yo -decía la vaca blanca y canela– le cedí mi pesebre para su cama. Decía la vaca blanca y canela. Yo -decía la oveja de vellones dorados– yo le di mi lana como manta caliente. El llevó mi abrigo en la mañana de Navidad. 293
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