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con tanta pompa, sino más ternura. Hasta llega a pensar y a hablar sola con términos de un joven contestario y teólogo en ciernes: ¡Atención a la Navidad! Me siento avergonzada, no sólo de mí misma -especifica la buena puritana- sino de mi ciudad y de mi mundo. No prestamos atención a la Navidad. Lo que nos seduce es una feria alucinante y comercial. ¿Dónde encontrar a Cristo en este torbellino de blandenguerías? Los protestantes, los católicos, las iglesias ortodoxas griegas celebran litúrgicamente este acontecimiento. ¡Qué de cosas debiera decir a todo cristiano la Navidad! Da pena comprobar que la Navidad también se está desacralizando. Nació un Niño, el Hijo Unigénito de Dios. De tanto amar a este mundo, se vino a él. El que cree en ese Niño no perecerá, sino que logrará la vida eterna ... La abuelita Edith, un poco avergonzada y arrepentida de haberse airado en vísperas de tales fiestas, vuelve sobre sí misma: -En cuanto a mí, ya sé el sitio que ocupa Jesús en mis planes de Navidad. Volveré a entronizar a Cristo en mi corazón y le adoraré en mi alma, en la iglesia, en mi hogar, en la calle, en la eternidad de los ángeles y en la presencia inmediata de mis her– manos los hombres. La abuelita señora Edith Clark tiene que seguir con su lista de los com– promisos navideños. Recuerda los versos de una compañera suya, también llamada Edith, Edith G. Step: ¿Has hecho ya tu lista de Navidad? El abuelo, la abuela, papá, la hija, el hijo. ¿Has hecho bien tu lista? Todos esperan aguinaldo. El aguinaldo revolotea en el aire de Navidad. Todos lo esperan: las sobrinas, los sobrinos, los tíos, las tías, los amigos de todas partes. ¿Has completado tu lista? La duda ofende. Es el Nacimiento de Jesús. ¿Te lo has pasado por alto? Ya sabes: tu primer regalo para El. Y no olvides: «Cualquier cosa que hiciereis al más insignificante de los míos, es un regalo hecho a mí. Porque cuando yo regalé mi Navidad al mundo, le di el regalo mejor y más querido». 289

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