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Amistad y familia ante la palabra Dios, invita la Iglesia Presbiteriana de Westminster. -«Víspera y noche de Navidad. Servicios de media noche, en el centro de la ciudad, bajo la cúpula». Efectivamente la Iglesia Central Bautista tiene un «dome» grandioso y achatado cubierto de ladrillos hispanos, ro– jizos y mohosos, lo cual es aquí prestigio inesperado. Con un gran panel, que representa una moderna torre de iglesia, de aguja que se parece a un repetidor de televisión o radio, y sobre ella una estrella, la Iglesia Presbiteriana de las Playas de Miami, ubicada entre cocoteros y esplendores de mar, ofrece su víspera de Navidad. Servicios de Candelas de las Mil Luces. Sermón por el Revd. Dr. J. Calvin Rose. Entra en nuestro santuario a contemplar la Historia sin Edad del Niño, del pesebre, y de los ángeles adoradores. Una Navidad en vivo, te saluda con amor tan pron– to como entras a adorar. Coro de hombres, coro de la Catedral y el Coro del Santuario, cantarán contigo. El campanólogo de Westminster, los Carols y villancicos del Carrillón de la Torre: más la palabra de Dios. Por su lado, la Catedral Episcopal de la Trinidad, situada en la calle sesenta, detrás del almacén de Jordan Marsh del centro, en la orilla de la bahía del Norte, santifica la fecha con canto de vísperas, brillante de ador– nos, pre-servicio musical, procesión y cultos de medianoche. La Navidad de Nuestro Señor Jesucristo. Día de Navidad. A las once de la mañana, Sagrada Eucaristía con villancicos. La piedad romano-católica y sus católicos cristianos verifican su unidad visible, potencial y práctica en torno al Nacimiento del Señor Jesús. Los hijos del pueblo de Dios, los judíos no pueden ignorar el hecho asom– broso de una natividad, de ese parto y nacimiento en su país, en su ley, en su proyección antiguotestamentaria y en la historia, en el pensamiento y la religiosidad que tanto les conciernen. El mundo sabe que es el sujeto de una visita delicada y decisoria cuyas consecuencias van más allá y más hondo de lo que sus conciencias y ex– periencias pueden contemplar. Esta noche es santa, como lo es la misma vida del universo. El himno ecuménico, requerimiento y delicia del alma, se difunde con la sencillez de un niño que nace. En esta nación de tantas razas, tantas almas diversas en un mismo estilo de nueva vida, de tantas proximi– dades y alejamientos de virtudes y vicios en sus dimensiones más humanas y siniestras, de injusticias y de ideales, es quizá por esto mismo, donde se ofrece una mayor oportunidad de que los hombres sean de hoy y del futuro, «unos» ante el hombre único, singular, centro de un universo factible y redondo. Adviene el niño, Dios antiguo, sin remordimiento ni pesar de ve– jez. Porque vejez quizá no sea sino el remordimiento de haber dejado de ser 282
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