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de Salvación, madrugan la televisión y demás medios para inundar hogares y sitios públicos de imágenes, de símbolos, hechos, fantasmas, ritos y repor– tajes de la fiesta, sobre el fondo fastuoso y bienaventurado del con– sumismo, de la eutrapelia y de la información. Las conferenclas, paneles y coloquios sobre el sentido de la Navidad amanecen pronto. En uno de estos cambios de impresiones sobre el tema por excelencia cristiano, que no es otro que Cristo, habla un pintor que celebra exposición de sus obras. De improviso llena la pantalla la imágen del Verbo Encarnado, a cuyo pie se ve el título: -¡Jesús Feliz! -Happy Jesus! No se prodiga mucho este calificativo del Señor, salvo en la liturgia después de su resurrección. En sin duda un saludo a la Navidad, saludo que empareja con «Merry Christmas», que en estos días sobrepasa a los «good– by» y «thank you», gracias, hasta Juego; adiós, que espolvorean el hablar cotidiano de los americanos. El «feliz Jesús» es obviamente una definición trascendente y, a la vez, cotidiana y casera de la identidad de Cristo. Uno de los tantos nombres de Cristo: Cristo Feliz. Sirve de congratulación a El. Pero, es además confidencia y proclamación del prójimo, del ciudadano de este país, como es, en algún grado, aliento y felicitación de toda criatura. ¡Feliz Jesús y Cristo feliz, Enmanuel, Dios con nosotros; felices nosotros en El! Nos descubrimos extrañamente dichosos, bellos y buenos en su alarde divino de mostrarse carne, cuerpo, ademanes, biografía y anécdota de criatura de la tierra. ¡Happy Jesus! Ya sobrevino también la bendición en el uso del árbol, tronco de Jesé, otro nombre de la vida creciente que florece y fructifica y ama los bosques, los hogares y los escaparates del tenderismo yanqui, sus noches brillantes de luna o neón, los osos de peluche y las escarchas mentirosas en los pinos. ¡Oh Dios, tu hiciste resplandecer esta noche santa con el brillo de la nueva luz. Bendice este árbol que adornamos con luces para honrar a Aquel que viene a iluminarnos. Haz que veamos en este árbol tu clara, tu humilde fuerza. ¡Que este árbol, nos recuerde nuestra responsabilidad por el cuidado de la tierra. Amén. Iglesias y templos disponen sus clarines para proclamar y celebrar el acontecimiento, siempre nuevo, de panderetas y cascabeles: ¿Son vacilantes tus pasos hacia la Navidad? Dedica una hora con nosotros a la alegría y a la paz. Cultos de luminarias, candelas, campanillas de mano, tus villancios preferidos y melodías de órgano. Recitales del recuerdo y del futuro. 281

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