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Pan casero Pastel de calabaza Bebidas variadas, no alcohólicas y alcohólicas. Tal poco más o menos es la lista de las abuelas de ayer y ahora. Los nombres de los platos tienen algo de concierto de música de cámara. Pero es ocasión de que las nuevas amas de casa introduzcan variantes, que luego tengan suerte de ser recor– dados y saboreados como platos de las abuelas de pasado mañana. Cada región, estado o grupo étnico introduce en el menú ingredientes y el sabor que reconstruyen su patria ascentral de otras latitudes. En Florida, por ejemplo, ese toque suele consistir en el dorado cortejo de presencia y gusto de naranjas, mandarinas -tangerinas- y toronjas. Hespérides y España sazonando nuevos mundos. Para vegetarianos que presciden de la gastronomía del pavo se difunden menús exclusivamente vegetales. Con estos se puede lograr un par– ticular y exquisito sabor piadoso del asado de Acción de Gracias. La unanimidad nacional se verifica en el ambiente de familia y religiosidad, de descanso y ocio, de gratitud y buen comer. Es la com– parecencia del país y de su estilo de vida ante Dios Providente; la gloria na– cional y el culto no controvertido, ante el cual los ateos son escasos. Es el triunfo de la devoción a lo hermoso, a lo sencillo y al pan nuestro de cada día. No sólo dentro de Estados Unidos, sino en cualquier sitio de nuestro sistema planetario donde se encuentre un americano, el jueves de la última semana de noviembre, su tierra y su sangre reviven en el Día de Acción de Gracias, como raíz de un valor eclesial de ecumenismo. Las sinagogas, las iglesias, los templos, los hogares de Dios, organizan sus cultos y recíprocamente se invitan y se reúnen en la predicación y en la oración con todas sus derivaciones y concesiones a lo cultural, artístico y folclórico. Así verifican esa identificación consoladora entre los versículos de la Biblia y las peripecias de la Historia Americana. Como suelen hacer en otras partes, los judios americanos han adop– tado en parte el aire y el estilo de las fiestas de este país, conservando intacta la propia personalidad y enriqueciéndola siempre. Al durar esta fiesta ocho días, llenan el espíritu, el tiempo y la mesa con cultos gratulatorios y refina– mientos de las diversas regiones de donde han emigrado. No puede faltar en esta acción de gracias de los Estados Unidos la nostalgia de los emigrados recientes, los que como última oleada acaban de incorporarse a la marea de la susbtancialidad americana: nostalgia incisiva de mil cosas que se resumen en la patria ausente. La gratitud a la tierra que les ha acogido, a la nueva y generosa patria que les abre prometedoras puer– tas, patria, al fin y al cabo, de adopción, no destruye, antes bien exacerba y depura la memoria de la patria indeleble. Estos emigrantes suelen reunirse por nacionalidades o por continentes: por raíces América Central y Sur, Oriente, Africa, Europa. Una partida de suramericanos cantaban su 273
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