BCCCAP00000000000000000000550
del campo cambian con el otoño hacia algo consolador. El descanso de las vacaciones acaba, y se redondea un trabajo para comenzar otro. Pero tanto la labor como la pausa que suponen el otoño y la sementera son expectación viva que hace saltar a los pueblos de la tierra en un himno de agradecimien– to y a la vez de petición por el fruto de la tarea inminente. Los campos van a estrenar semillas secretas en su entraña y la limpidez serena en los horizontes. Las calles y plazas se llenan de campesinos industrializados, quienes, en el mejor sentido hicieron su agosto. Es hora de decir: «Señor, Padre lleno de amor que diste a nuestros padres de Israel una tierra buena y fértil, para que en ella encontraran descanso y bienestar, y con el mismo amor nos das a nosotros fuerza para dominar la creación y sacar de ella nuestro progreso y nuestro sustento; al darte gracias por todas tus maravillas, te pedimos que tu luz nos haga descubrir siempre que has sido Tú y no nuestro poder, quien nos ha dado fuerzas para crear las ri– quezas de la tierra». Y en esta ocasión la armonía de «El Violinista sobre el Te– jado» nos sonará del todo providente y confortable. No debe parecer extraño hallar relación entre estas Témporas de Ac– ción de Gracias y el Día de Acción de Gracias, tan significativo y unánime en los Estados Unidos de Norteamérica. La mesa familiar, ritual, bendita y bien abastada, bíblicamente sugiere la Mesa Eucarística, sustancialmente Mesa de Comunión, de Gratitud y de Himnos de gozo. Ante ésta, repetimos el renovado rito. Señor, Tú que nos has reunido en torno a esta mesa, donde cons– truyes tu familia en la unidad y en el amor, danos tu fuerza para que con nuestro esfuerzo cooperemos a la construcción de la ciudad terrena y trabajemos sin cesar por la llegada de tu Reino. La expresión bíblica y cristiana «Dios te bendiga» fórmula tan usada en los Estados Unidos, se oye en todos los actos sociales de su vida pública y privada, incluso al final de las intervenciones juglarescas de los comediantes en sus farsas y chistes, -los comedians-, como Red Skelton, que cierra sus excentricidades tiernas y grotescas con ademán ingenuo y vibrar de dedos, como para agradecer y repetir la vieja lírica oración: ¡Dios te bendiga! Así yo te deseo toda la alegría que encierra el hecho de ser cristiano. Pues en realidad, no puede haber alegría sin que Dios la bendiga. No puedo decirte poema ni canción me– jor. Nada hay tan suave y rico como ¡Dios te bendiga! 269
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz