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En medio de todo, mientras ellos sigan llamándose «los Hijos de la Noche» («The Children of the Night»), practican el argumento apologético de la exigencia de Dios: Si no hay nada bueno ni malo, sino el caos para el alma que se confía, Dios se lo toma en cuenta y compadece su triste andadura. Si Dios es Dios, El es justo; si Dios es Dios, El es amor. Y aunque el amanecer sea todavía turbio, eso prueba que hemos jugado demasiado con los credos hasta hacer de El un enemigo odioso. Eso es la fe instalada en el miedo que nos sostiene en el curso de la vida. Permítasenos, pues, respetar, reverenciar, a El que es el misterio del universo. Permítasenos a nosotros, Hijos de la Noche, quitarnos el manto que oculta nuestras cicatrices.Permítasenos ser Hijos de la Luz y decir las edades que tenemos ... Se notan síntomas de remordimiento y desolación cuando los poetas se nutren de la misma «dualidad de fe y duda.» Se parece mucho a un abati– miento en adoración: Por esto, con mi cabeza entre mis manos perezosas, al acabar diciembre, me pongo delante del fulgor deslumbrante del castigado por crímenes de los que quisiera verme absuelto. Y protesta su amargura: Diez años son bastante tiempo para desalentarse ante Cristo y posar nuestra cabeza abotagada sobre sus rodillas. Pueden figurarse las demás derivaciones hacia la crítica impaciente, el cientifü;mo y los ataques frontales a la mitificación. Pero aún así, los autores de The Puritan Heritage reconocen que, a pesar de su negativismo, el interés de los mayores poetas de América por la relación e identidad de Dios-Hombre significa su deseo de compartir los valores espirituales de la tradición judío-cristiana. Idéntica preocupación se encuentra en los más importantes novelistas contemporáneos. También ellos han rechazado los dogmas formalmente 25

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