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HALLOWEEN La fiesta Halloween -Todos los Santos o Todas las Almas- participa de todas, en cuanto que reúne elementos de la demás y los desorbita hasta la infantilidad y el horror divertido. Es como si Estados Unidos quisiera incor– porarse una Edad Media que nunca tuvo. Tradiciones y usos celtas, romanos, germánicos e ingleses sobre monstruos y ánimas, más bien vegetales y animales que místicos, quedan en fantasías disneyanas. Los primeros en cultivar esta fecha parece ser que fueron los drúidas, sacerdotes de la tribu celta, una de las primeras en colonizar Gran Bretaña. El 31 de octubre era el último día de su calendario, y estaba dedicado a Samán, el dios de la muerte. Esa noche se reunían los malos espíritus para decidir qué forma, animal o humana, iban a tomar en el año nuevo. Se encendían las fogatas para pedir al dios del sol, Samhain, cuya fiesta era el 1 de noviembre, que intercerdiera por ellos. Los fantasmas, esqueletos, gatos negros y otras supersiticiones de Halloween son residuos de creencias celtas. Con la invasión de los romanos se empezó a celebrar el 1 de noviembre el festival de la diosa Pomona, patrona de las frutas y semillas. Aún hoy en algunas partes del Norte de Inglaterra llaman al 31 de octubre la Noche de Casca nueces, pues éstas, con las manzanas y otros frutos, coronaban el otoño. El nombre de Halloween es cristiano, «víspera sagrada, víspera de todos los Santos». Ya en el siglo VII el Papa Gregario IV señaló el 1 de noviembre para recordar a Todos los Santos. «Allhallows» la antigua costumbre británica floreció en la nueva Inglaterra en fiesta típica norteamericana, cuyo único propósito es la fantasía y la diversión. La tradición de disfrazarse e ir de casa en casa es irlandesa. Se iba allí a pedir dinero a los vecinos para los preparativos de la celebración. Se hacía a nom– bre de San Columbano, sacerdote irlandés que vivió en el siglo VI, quien convirtió a los escoceses y fundó muchas iglesias en la región. Las súplicas de los irlandeses a San Columba por los muertos sustituyeron a las de los antiguos druidas. Es la apoteosis de la Gran Calabaza, deidad probablemnte irlandesa, y desde luego rural y culinaria. Los grandes almacenes, quincallerías y tiendas de todo género exhiben calabazas de tamaño vario. Son las «jack-o'lantern». Las calabazas que tallan los niños para colocarles una vela en el interior, según costumbre legendaria. Cuentan que a un hombre muy tacaño llamado Jack no le dejaron entrar en el cielo y tampoco en el in– fierno, porque le había gastado una broma al diablo. Jack quedó con– denado a caminar con una luz en la mano por la tierra hasta el juicio final. Hay muchísimas variaciones a estas costumbres y leyendas. Todos con– cuerdan que ésta es una noche de lo extranatural, cuando las brujas se reúnen y los duendes hacen maldades. Los niños que nacían esa noche tenían poderes especiales. Era común la práctica de los hechizos que dejan visualizar el futuro, sobre todo entre las muchachas, que querían saber 264
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