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Pentágonos y Salts, y China acuña un nuevo sentido a la palabra hegemonía. A cuenta del fenómeno de la inflación, tan fuertemente sentido en el mundo y especialmente en Estados Unidos por el paroxismo del petróleo, vuelve a surgir el tema tentador del Imperio Romano. Ya en 1958, el pro– fesor norteamericano Graham Hutton, profetizaba sobre los riesgos del proceso democrático y el sistema de vida del mundo libre, ambos amenazados por el monstruo de la inflación. Esta, según los analistas, hizo desmoronarse al imperio romano a partir del siglo III. Hoy es fácilmente observable, desde la moral y hasta la cultura audiovisual y cultural, la reviviscencia de la sociedad romana. El problema es el de siempre. ¿Hasta qué punto son válidas las com– paraciones, y consecuencias de las situaciones, que en Roma se produjeron en su proceso imperial, y las realidades que se están verificando en la Unión Americana? Desde luego, las realidades que se están configurando en la civilización occidental, hoy norteamericana, yanqui más bien, son originales y presumiblemente revolucionarias con un protagonista cir– cunstancial: el dios petróleo, más bien diosa petroquímica. No hay quien pueda evitar el que cualquier pensador se extrañe moderadamente de que la caída del Imperio Romano se atribuya a la inflación o a una crisis de energía, y los Donquijotes yanquis -tigre de papel- ¿podrán con esos gigantes molinos de viento? Si las preguntas no son parejas entre Roma y USA, hay respuestas no voluntariamente buscadas que coinciden en el acontecer del país. Juan Pablo II aterriza en Boston, besa el suelo y sus palabras glosan las estrofas poéticas de la canción: ¡América!, ¡América! Dios derramó su gracia sobre ti. Y corona tu bondad con la fraternidad. De un mar a otro más reluciente. Y la paz del Señor sea contigo siempre, ¡América! (l-X.1979). No hay razó suficiente para dudar de que Kissinger sigue y quedará te– niendo en cuenta sus teorías y sus procedimientos ahora que hace tiempo dejó el desempeño de Secretario de Estado. Por entonces ya presintió, según cierta prensa, que se le vigilaba su teléfono, y salieron de su boca amenazas de represalia estadounidenes ante la vorágine del petróleo, y las ha aprobado e insinuado de nuevo en la crisis del 79. Sus comparecencias sociales, hasta en las revistas del corazón, y sus asesoramientos públicos sobre los temas más vivos en la política interior y exterior de los Estados Unidos no han cesado y se pronuncian en el momento oportuno. Todo ello simultaneado en la cátedra, su cautela hacia Rusia su calculado recuerdo y cariño por China, como carta a jugar, su gratitud a sus particioneros diplomáticos de Persia, Egipto, Israel y Sión. No le falta ni siquiera el aire deportivo en su papel de promotor del fútbol nacional e internacional. Que también es noble juego. Hay que reconocer que en éste Kissinger no ha sido tan afortunado, por ahora. 257
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