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taleza apenas pueden ir más allá de las situaciones que se dan en otros países y en otras almas. Era necesario una concentración de fuerzas de todo orden, tras un repliegue aireado y rejuvenecido en el mismo fragor orquestado de la in– quietud nacional. No ha sido retirada, sino un tocar tierra y echarse hacia atrás, para una arremetida, más deliberada y vigorosa hacia el horizonte repleto de desafíos y resistencias. El balón del futbol americano se combinó hacia atrás para que el jugador desplazado libre lo lanzara a las últirns yar– das. Lo cierto es que América, una vez tornada conciencia del riesgo, dentro o fuera, desea actuar con vigor y sin pausa. HEGEMONIA A LO YANQUI El aspecto de serenidad de los campus de las Universidades norteamericanas es tan evidente corno la fría quemazón revolucionara de las ideas que en ellas se originan y se difunden. Ocurre lo mismo entre el paisaje de su geografía y el amplio y sutil aliento de cristiandad que se desprende de los rostros de sus ciudadanos corno armonía entre su fiebre de lo moderno y su tranquila postura ante lo clásico, helenístico y europeo. Esta a modo de plenitud humana, que Norteaméricana ofrece a lo largo, ancho, bajo y alto de sus humanidades, no pueden menos de florecer en sus dilemas, que tanta perplejidad originan en cualquier observador. Sus doscientos años de Independencia presentan un buen muestrario de las contradicciones -así se juzgan superficialmente- de los dilemas de esta nación. Se aceptan sus contribuciones a la libertad y dignidad del hombre, por un lado, y por el otro, se fustiga el quehacer imperialista, que le brota, bien a su pesar, por contagio de la naturaleza histórica de todos los poderes. Porque lo que el americano medio menos quiere es ser irnperalista, en cual– quiera acepción de la palabra. Ahora comienza a no asombrarse al aper– cibirse de que se lo gritan, como un escarnio. Su convicción y su contextura son de que sus doscientos años de Independencia han sido una lucha con– stante contra las tiranías y el imperialismo, triunfalista o no, dentro y fuera. Otra cosa son los dilemas en que se vieron al acercarse la fecha con– memorativa. Con el asunto Watergate coincidían actitudes de recelo e in– comodidad ante la presencia de sucesos y consecuencias en el mundo in– terior y exterior de que se avanzaba hacia confrontaciones de signo fatídico. Es lógico el deseo de retener de alguna manera el liderazgo económico y militar del Occidente, a la vez que hay que tolerar las «ingratitudes» y hasta el desdén intelectual de aquellos a quienes piensan seguir favoreciendo, y que reaccionan ante Estados Unidos con superioridad civilizada y cultural, compasión o envidia. No deja de ser confortable, y refinado a veces, vivir aquí y sensibilizarse, mientras Norteamérica sigue maniobrando entre espasmos energéticos, derechos civiles y dólares mercantilizados, Natos, 256

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