BCCCAP00000000000000000000550

Según esta muestra, los americanos que iban a celebrar el bicentenario, ya desconfiaban del presente y del futuro, y consideran el pasado como la edad de oro: «los buenos viejos tiempos dorados». ¿Qué había ocurrido y qué escocía a flor de piel en Estados Unidos? Hubo quebranto en los sentimientos y expectaciones de la gente, cuan– do se lanzó al aire el asunto Watergate. Este asunto tuvo una significación más allá de su propio contenido, disparando las dudas latentes y los miedos originados por Vietnam, la inflación y otros problemas. En los sentimientos predominan un cierto sonrojo y el cinismo alternativamente con el matiz que irradia este término en el inglés americano: propensión a cuestionar la sinceridad y la bondad de los motivos y acciones de la gente y de los valores de la vida, la cuestión que cada uno se planteaba era saber hasta qué punto el descontento procedía de la presencia de Nixon y del asunto del Watergate. Abundaban los que sospechaban que los problemas se movían en otras áreas, tales como las de la economía y las relaciones mundiales. Sin embargo, el mismo Caddell decía: Si Richard Nixon deja su cargo mañana y viniera Gerald Ford, habría un gran alivio y se seguiría la más grata luna de miel de la historia americana, ya que en la nación se desea desesperadamente unirse todos. Hay gran reserva de buenos sen– timientos acerca del país, de esperanza y de fe que se desbor– darán con la partida de Nixon. Una mujer llamada Dolores Dolan, lo expresaba así en su carta a un periódico: He tenido una fantasía, un sueño acerca de lo que voy a hacer cuando llegue la buena noticia. He dicho a mis niños que me pondré a bailar en medio de la calle. Se me han reído. ¿Por qué no lo voy a hacer? ¿Por qué no voy a expresar mi alegría en público y mostrar mi alivio por librarnos de tal calamidad? Cuando Nixon se vaya, los precios quizás no bajen in– mediatamente ni la honradez volverá enseguida al gobierno. Pero los americanos sabremos que podemos empezar a esperar. Unos podrán tocar las campanas, otros, brindar con champán o dar gracias en silencio. Pero yo bailaré en la calle, luzca el sol a llueva. Era la felicidad que sistemáticamente se prometían y predicaban algunos para que se desvanecieran los fantasmas venenosos. El público se comportaba como siempre, pero no lograba velar del todo el desencanto y el resentimiento, menos políticos que espirituales. El americano tranquilo funcionaba. Los pocos que presagiaban el que pudieran ocurrir extremismos demagógicos, se equivocaron. Quizá tuvieran 254

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz