BCCCAP00000000000000000000550

gestos, nuestras decisiones respecto a Vietnam con la insistencia de una «paz con honor». Decían los analistas del Presidente que obraba siempre pensando en el juicio de la historia. Hela aquí en este caso: Unicamente sugeriré mi fuerte convicción de que en la perspec– tiva de la historia, muchos de nuestros aliados mirarán hacia atrás y reconocerán que, si hubiéramos echado por el camino fácil, cuando asumí ni oficio en 1969, la confianza en los Estados Unidos se habría erosionado y posiblemente destruído, y se hubieran animado enormemente las intenciones agresivas contra nosotros. Todo esto formaba parte del plan para el año 1976: el año de Europa, de la paz en el Sureste Asiático, del mantenimiento del diálogo con Rusia y con China y el incremento y mejora de las relaciones con Latinoamérica. Pero el riesgo de una depresión como la del 29 ya se barruntaba en medio de las alegrías del alto fuego. Presiento, escribía el P. Andrés M. Greeley, que la guerra de Vietnam se convertirá a no tardar en algo parecido a una depresión como la del año 29: aquella depresión que ha quedado latente en la conciencia americana y que persiste sólo como una cicatriz apenas visible. A pesar del clamoreo de los comunistas del ala izquierda acerca de la necesidad de mantener vivo el ho– rror en nuestras mentes y que desean que lo expresemos y nos denostemos de culpabilidad, el público americano, hastiado ya del nombre de la guerra, hará todo lo posible por olvidarla y echarse a la espalda ese asunto. No es que yo piense que no haya bastante evidencia de que el público americano -según decía re– cientemente Anthony Lewis- no está atado a una condenación eterna. Pero sí es cierto que todo el mundo intentará olvidar una guerra tan confusa, incierta y aparentemente tan inútil. Entre paréntesis, el P. Greely, anota: «De paso: Ahora que estamos fuera de Vietnam, ¿cuándo los Británicos se irán fuera de Irlanda?». La famosa depresión, el «crak de Wall Street, en la tarde del Black Thursday, «jueves negro», fue ciertamente orgía de especulación y revistió, como a la postre reviste todo asunto americano, signos y esencias económicas. Pero sus raíces y consecuencias fueron también morales, pro– féticas y admonitorias. Los padres de los años cincuenta y sesenta acostum– braban a advertir a sus hijos que la vida no es siempre fácil y que había que ser honestos y austeros, aunque de eso se hablaba poco en los periódicos, libros y espectáculos. 248

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz