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Como empresa ideal e inalcanzable hay que proponerse la búsqueda, el descubrimiento y la cobertura del ser americano, auténtico, entero, es decir: su genuinidad, a través de lo nativo, provinciano y regional. Tal es el método que propone el historiador Brece Catton. Toma como ejemplo lo ocurrido a él con su estado nativo, Michigan, cuya historia ha escrito, par– tiendo de sus recursos naturales, los más representativos y genuinos y al mismo tiempo inagotables: pieles, madera, cobre, hierro y magnates de automóviles. Eso es lo que es Michigan básicamente. Estados Unidos necesita partir de lo elemental y primario: lo que el historiador llama «la ge– nuinidad de la raza humana», lo mineral y corpóreo, la contextura visible y tangible del hombre. Catton fué uno de los 48 autores escogidos para hacer la historia de los Estados y del Distrito de Columbia, proyecto patrocinado económicamente por el «National Endowmente for the Humanities», «Dotación para las Humanidades Nacionales>>, cuyo sólo nombre tiene resonancias clásicas y ecológicas. Escribe: Doscientos años después de la Declaración de Independencia, la nación americana ha llegado a ser un continente y más. Los Estados Unidos han saltado del número 13 al 50. Los principios han sido interpretados de modo diverso en cada uno de los Estados. En consecuencia, invito a ustedes a que consideren que la historia de su estado puede hacer más por la revisión del bicentenario de la Revolución Americana, que la historia de Bunker Hill o Valley Forge. Temas de orígenes, productos naturales, transportes y modos de vida, vivienda, hablas, tradiciones, utensilios: cosas claras y elementales. Todo esto puede constituir genuinidad, el auténtico regionalismo de la provincia y estado y hacer así de verdad la identidad de la nación. No se puede ignorar ninguna energía. Nadie duda que estamos comprometidos en la forma más vasta de transporte, comunicación y progreso. Si terminamos el segundo centenario metidos en el riesgo de una crisis energética, alguien se ingeniará para salir de ella y de los démas conflictos a la vista. Este es el punto de partida de las «humanidades» primarias de Estados Unidos. De manera positiva ha encarado el tercer siglo un americano muy representativo: el exvicepresidente Nelson Rockefeller, que abandonó en 1,976 la competición por el puesto. Desapareció desde entonces igual que su antecesor, Spiro Agnew, y se entregó de nuevo a su obra de denunciar los riesgos y calamidades de entonces y actuales, y a encarar el futuro. Echaba de ver que habiendo tenido ocasión y obligación de entrevistarse con líderes de todo el mundo, sacaba en consecuencia que muchos de ellos con– templaban la seria declinación de la influencia americana. Lamentaba que en la escaramuzas de las últimas elecciones no se producían debates bien in– formados ni propuestas acerca de la problemática que hay que enfrentar, y 239

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