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desprenderse de las humanidades que lo rodean. Las anécdotas que enumera son significativas de las alternancias que ocurre en la vida cristiana en torno a la Eucaristía. Nada menos que se pregunta a ver si no es verosímil que aún entre los cristianos existan juntas la mentalidad del hombre y del monstruo. Se refiere al hecho no infrecuente de que «lo que se declara públicamente el domingo, se olvida el lunes». Los críticos de la religión practicada en público llaman a eso hipocresía; y con ese pretexto concluyen que es menos malo apartarse de las estructuras y formalidades de la iglesia tradicional, dormir los domingos por la mañana e ir por la tarde al partido. Lo que intenta la película es una advertencia a los cristianos para que hagan de sus vidas diarias un reflejo de sus devociones del domingo. Claro que esta admonición del Congreso y de su película da por supuesto que la mayor parte de los cristianos y profesantes de la religión cumplen sus obligaciones y culto del Dia del Señor. La película expone su moraleja por medio de cinco individuos que se juntan en una boda y más tarde, en una misa dominical; una niña egoísta, de diez años, que se resiste a visitar a su abuela en un asilo; el adolescente, cómplice de un robo de menor cuantía; el casado envuelto en relaciones extramatrimoniales; un alto empleado de fir– ma de negocios que oculta la verdad; y el vecindario que chismorrea sin freno. Las hambres interiores de estas gentes no son facilmente reconocibles y sirven para resaltar las otras hambres básicas: su búsqueda de Dios y la naturaleza imperfecta. Lo más importante en esta fecha del Congreso era la relación de estas hambres y la Realidad Eucarística de Jesucristo. Tanto la entrega como la consecuencia total de la Eucaristía es un Amén de in– timidad, de razón y de amor, de Fe y de acción, de conciencia y de radicalismo de fraternidad, para retener y perfecionar nuestra «herencia cristiana». Al menos así lo ven los pensadores en este país. Mencionan el deterioro de la conciencia americana por los escándalos: el recelo a la autoridad, la desconfianza en la ley, un triste cinismo y desdén de los hombres entre sí y el hecho de que cada uno se ha creado estos cristerios prácticos: «derechos sin responsabilidad, oportunidades sin obligaciones, representación sin medida -todo y solo apariencia-, y libertad individual sin rendición de cuentas». PAN Y EUCARISTIA: LOS TRES VELOS Desde luego puede haber pan sin Eucaristía, pero no hay Eucaristía sin pan, no solamente en cuanto que el pan-especie se requiere para el Sacramento, sino también en cuanto que, de la frecuentación eucarística, tiene que resultar la donación del pan como garantía de amor, de comunica– ción, de fe y de vida. Por esto, la mentalidad del Congreso fue que «el ham– bre de los que no tienen está relacionada íntimamente con la Eucaristía.» Para que el Congreso Eucarístico sea completo, por medio de la fe, se debe 221

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