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FILADELFIA: BANDERA Y CUSTODIA En este año de 1976 Filadelfia iba a hacer pronunciar su nombre inten– samente con sus resonancias greco-cristianas y sinfónicas. Le cabe a esta ciudad el doble honor nacional y universal de conservar y exhibir en el salón de su Ayuntamiento, la Campana de la Libertad de los Estados Unidos y de mostrar al orbe católica la Custodia del Santísimo, ante la reverente com– pañía de la Bandera de las Estrellas y las Barras. «La ciudad del amor fraterno», o quizás más exactamente, «la ciudad de la fraternidad del amorn, según más o menos la etimología de su nom– bre, está conmemorando el Segundo Centenario de la Declaración de la In– dependencia de Estados Unidos, y asume el prestigio de ser santuario na– cional. Abunda en sitios célebres, como los de Benjamín Franklin, especialmente su seputltura en el cementerio de la Iglesia de Cristo, donde también yacen otros seis firmantes de la Declaración. Muy querida y visitada es la «Casa de la Bandera», donde las manos de Betsy Ross confec– cionaron la primera bandera de los Estados Unidos. Jorge Washington ideó la bandera de los Estados Unidos, junto con Robert Morris, como miembros de una comisión designada por el Congreso Continental para diseñarla. La sobrina de Morris, Betsy Ross la realizó con sus manos. Pocos días antes de la Declaración de la Independencia, en el mástil de un velero anclado en las aguas de Filadelfia, y que servía de centro revolucionario, ondeó por primera vez la bandera de los Estados Unidos. Betsy se llamaba Elizabeth, viuda de John Ross, y más tarde los ingleses la llamaban «la pequeña rebelde de Filadelfia» por sus convicciones y audacias patrióticas. Su casa y taller estaban en la calle Arch, desde entonces uno de los sitios de peregrinación en Filadelfia, y allí trabajaba como costurera. Entre los que le hacían pedidos de su arteasanía, se contaba el mismo Jorge Washington, quien le encargó alguna vez arreglos en sus ropas. En esta ocasión, Washington y Morris le llevaban un encargo más im– portante: confeccionar la primera enseña de las estrellas y las franjas republicanas. Betsy confesó que nunca había hecho una bandera, pero estaba dispuesta a estrenarse. Washington mostró un papel con el dibujo proyectado. La señora Ross propuso algunas modificaciones. Parece que Washington había pintado las estrellas con seis puntas, para diferenciarlas de las que aparecían en su escudo de familia, que eran de cinco puntas. Quería evitar la sospecha de incorporar blasones personales a la bandera na– cional. Betsy convenció a los reunidos de que era mejor fueran de cinco. Las estrellas en el proyecto original de Washington se colocaban desparramadas en el cuadrado azul. Pero luego, por sugerencia de Franklin, se colocaron en forma circular. Las manos de Betsy, feligresa de la sociedad cuáquera, de tanto arraigo en Filadelfia, ha quedado en la historia como esos personajes modestos y 219

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