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quecer y añadir nuevas dimensiones a la mentalidad yanqui. Otras aprecia– ciones del libro son las siguientes: «palabras nuevas para revelaciones an– tiguas,» «soberbia combinación de imágenes visuales y verbales,» «ecos de los siglos de tradición sagrada que resuenan en el mundo contemporáneo,» «está ahí la verdad y en igual medida la belleza;» «es pura luz, honda llamada en lo profundo;» «es como un libro sacro que desvela destellos de Dios, el cual habita en lugares inverosímiles;» «es visión bellamente realizada en la historia judío-cristiana.>> (Frases de diversos autores en las solapas de propaganda del libro). Este florilegio, mental y sensitivo, del contenido del libro mencionado nos introduce en el paisaje de la razón y del espíritu, de la fantasía y la ar– monía de las gentes innumerables del orbe yanqui. De todo ello apenas podemos percibir y recoger sino algunos ecos y vislumbres, entre los cuales la palabra yanqui se va esculpiendo. CRISTO YANQUI Los Obispos de la Florida, en su pastoral del 9 de abril del año bicentenario 1976, afirmaban: «En nuestra temprana historia el Espíritu Nacional Americano fue configurado por la Religión Bíblica Judío Cristiana.>> Tal es sucintamente el Cristo Yanqui: el Hijo de Dios, el Hijo del Hombre. Su presencia inspiradora y sus energías divinas y humanas han modelado el mundo de las gentes estadounidenses, incluídas las personas, hombres y mujeres, que no cuentan con la Biblia ni con las denominaciones cristianas y que se resisten a integrarse en el espíritu nacional. Más aún: reflejos, reproduciones y variantes de su Cristo se difunden por el orbe cristiano y no cristiano, en virtud del papel que representa Estados Unidos en el mundo de hoy. Los Peregrinos Puritanos de Plymouth de la bahía de Massachusetts llevaban en sus almas una sociedad basada más bien en los Testamentos de Dios que en las leyes de los hombres. Su austero patrimonio es parte vital de la Historia Americana. Hombres como Cotton Mather y Jonathan Edwards han sido considerados como «divinos.» Los grandes trascendentalistas Emerson, Thoreau, Hawthorne, ponderan el impacto de los conceptos bíblicos en el nacimiento y desarrollo de las instituciones americanas. El sentido de las relaciones entre estado e iglesia, el sistema judicial equitativo, ciertas prácticas bíblicas que tocan a procedimientos curativos y de modo espectacular la imaginación, el lenguaje y los estilos del Antiguo y del Nuevo Testamento han inspirado la gran literatura nacional. La cristian– dades llegaron a América adultas, crecidas como ascética y mística. Venían a preservarse y, a la vez, a compartir todas las profanidades y los excesos 20

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