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El Presidente del Tribunal Supremo, Bruger, como la cosa más obvia y fascinante del mundo, invitaba a la celebración: A todos aquellos que con tanta impaciencia buscan cambios y que deberían ver que no hay otra nación sobre la tierra que haya dado a su pueblo mayores derechos, ni pueblo alguno que los haya ejercitado con tanta decisión y sabiduría para mejorar su vida y afianzar sus libertades. Los fundadores de nuestra nación crearon una revolución única y «sui generis», que se distingue de otras porque nunca se detiene y nunca necesita de la violencia. Se asemeja a las aguas del mar, que avanzan y se retiran, pero que jamás permánecen estáticas, sino en un eterno y constante fluir. · En el mismo número de TIME, encontramos regustos periodísticos que revelan facetas del ser vario de estas gentes, exploradoras de ciudades y culturas por el turismo, la diplomacia, la misión, la inteligencia y la bomba atómica; en definitiva, la aventura en sí misma. Testimonio de lo yanqui es su presencia en todas partes. Un cameraman francés de la televisión tarda en localizar en Pekín a los americanos. «Por fin -dice- vi a un forastero que corría en plena helada llevando una camiseta azul con rayas rojas y blancas. Pensé enseguida que había encontrado un loco americano». El entrevistador, David Aikman, luego de terminar una entrevista con los musulmanes rebeldes de las Filipinas del Sur, al verle se figura que es un representante de los poderes de Kissinger y que les sería fácil lograr su soberanía en el mapa de Asia con la intervención americana. Las experiencias metafísicas y metapsíquicas, a las que parecen in– clinarse muchos americanos, se ilustran con el caso de Sandra Burton, la cual en 1973, fué enviada al Desierto de Sonora, en Méjico, para realizar un reportaje. Cuando ella y su acompañante, el fotógrafo Eddie Adams, se apartaron de un campo desierto para captar el ambiente de la foto de un cactus con la luna al fondo, un hombre surgió de ninguna parte, pidió un cigarrillo y se desvaneció en la noche. Para la Burton, la cuestión sigue: ¿Fué alguien o no fué nadie? El escritor Ralph P. Davidson llama a esto «el dilema existencial», tan significativo en la filosofía americana. Tiempo y espacio se concentran en un sueño macizo de realidad. Un lapso de doscientos años, en el caso de los Estados Unidos, es tan breve en la historia de la naciones que casi permite la simultaneidad de sus sueños, sus anécdotas, y sus logros, como si no hubiera historia. Se puede condensar en un dibujo animado o un parque de atracciones. La complejidad, una vez reconocida en sí mismo por este país, no borra, al celebrar su bicentenario, la verdad de la afirmación ponderativa del historiador Weiss: 212

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