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mas y grados, lo religioso, lo cristiano ambiental: Cristo. La presencia de Jesús, bíblico, doctrinal y humanístico, se muestra en el vivir, pensar, sen– tir, imaginar, softar y divagar norteamericanos, dentro y más allá de toda ubicación, en una región única que cabe adivinar entre la poesía, el dogma y el ensuefto, donde vegetan las más crudas realidades divinas y profanas. Podrá ponerse en duda en qué medida lo yanqui es único en tales aspectos; o habrá que partir con más cautela del presupuesto de que el modo yanqui no es lo más representativo ni lo más cabal. Pero no le podemos discutir la abundancia, la diversidad-disparada a veces y contradictoria-ni el cúmulo de sugerencias «inspiracionales» y de osadías, solo con aceptar el aparato de comunicación de masas de que dispone a los más altos niveles de dinero, de técnica, de fantasía, de entretenimiento y de panorámicas religiosas, por mencionar solo las evidencias más superficiales. Como ejemplo ahí está el hecho reciente del artista escultor grabador Marvin Hayes y del poeta y escritor James Dickey, autores con su arte y su palabra del libro God's lmages, imágenes de Dios, semblanzas de Dios, del Antiguo y del Nuevo Testamento. El texto de la Escritura, el grabado y la prosa poética sitúan el tema de Cristo Resucitando como culminación de un proceso redondo de amor. El versículo de San Juan, 3, 16: «Dios amó tanto al mundo que le entregó a su Hijo,» los artistas lo enlazan con Cristo no sólo viniendo al mundo por nacimiento, convivencia y vecindad, además de por pasión y muerte, sino, definitivamente y por actualidad continua, por la resurrección y ascensión. Surge Cristo en el instante nunca fijado de su resurrección; su figura de medio cuerpo, desnudo, ni moderno ni antiguo, ni dulce ni abstracto, corriente, treintaftero, indubitable, capaz de empresas y nostalgias exigentes, los brazos en alto, campeón sobre el triple podio con el número uno. El estilista de prosa y verso, Dickey, comenta a Cristo en– carnado y en orden con su Padre, la humanidad y el cosmos, tal como es Jesús: Hijo de Dios, poseído de ser Hijo del Hombre. Habla el resucitado de los días eternos: Mi Seftor y mi Padre, déjame ser total. Soy un ser humano, y he conocido la pobreza, el sufrimiento y la gran fuerza de esa palabra humana llamada poesía. A través de estas cosas, fluye el conocimiento de mi Padre; aunque lo que es su verdadera volun– tad nadie puede decirlo. Héme aquí en la arrogante luz y en los músculos de un hombre, de pie, dentro de mi cuerpo, y me levanto hacia el esplendor. Ahora puedo decir: LUZ. Para los comentaristas yanquis, el resultado de la colaboración ha sido «una experiencia a la vez artística y religiosa,» que llega al corazón de «nuestra postura tradicional judío-cristiana, que es la Biblia.» Ni el poeta ni el grabador aspiran a sobreseer los libros sagrados, ni de manera alguna suplantar la interpretación que usted tenga de la santa Escritura; aunque se pueda agradecer que sus visiones de las imágenes de Dios sirven para enri- 19

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